¿Y si resulta que los más entusiastas Robespierres de nuevo cuño terminan -¡quién podía imaginarlo!- probando la misma guillotina por la que hasta hace un minuto hacían pasar a todo hereje que osara renegar de los dogmas sagrados?
¿Y si se diera la circunstancia de que la flor y nata de la neoinquisición termina purgando en la hoguera los mismos pecados nefandos por los que condenaba a cuatro manos a todo el que tuviera el atrevimiento de no agitar con suficiente entusiasmo las banderas de las únicas causas correctas?
¿Y si ocurriera que quienes exigen la inmediata cancelación y muerte civil de todo aquel que no comulgue punto por punto con todos y cada uno de sus dogmas, en una de esas termina cancelado y aplastado por el mismo péndulo que ha puesto en marcha cuando este regrese de vuelta? Ahí dará lo mismo haber obviado que está en la esencia de un péndulo volver al punto de partida y arrasarlo todo en sentido contrario.
¿Y si conviertes la más noble causa en tu modus vivendi, y tus acciones te hacen sospechoso de no tener el menor interés de terminar con aquello contra lo que dices luchar?
¿Y si no se trata del qué sino del quién?
Es lo que tiene avivar las brasas de la caldera en la que se juzga y condena a hervir al hereje con un chasquido de dedos como única garantía exigible. Que al menor traspiés, tú también te vas dentro.
Se ha visto todas y cada una de las veces en las que muchos callan por no verse señalados. Y luego nos preguntamos de donde salen los monstruos que nos comen por una pata. Tiempo al tiempo. Si no fuera porque es para llorar a gritos, hasta tendría su gracia.
¡Ah! Que no se me olvide: lo mismo que hay puerta de entrada, la hay de salida. No voy a perder ni un minuto. Buen viaje, y mucha suerte.