Hoy, amiguitos de la fauna ibérica, toca hablar de esos objetos de deseo carísimos y, al igual que los políticos y las eléctricas, siempre ávidos de euros en modo cornucopia con gastroenteritis galopante: los vehículos de tracción a motor y derivados.

Apartado 1: La adquisición del vehículo

La cosa empieza porque sale por la tele un anuncio molón. A continuación vas a la tienda de vender coches, que curiosamente no se llama cochería sino concesionario, con  la ilusión a adquirir tu nuevo troncomóvil que tantas horas de disfrute orgiástico y apasionantes aventuras te va a proporcionar. Lo decía el anuncio, y la muchacha que salía estaba muy buena, así que…
 De mano el vendedor, que ya antes de entrar por la puerta te ve una cara de pardillo de competición que se funde el misterio,  te abruma con cosas muy complejas:

-Hola buenas, que yo venía a comprar un coche
-Por supuesto ¿Lo quiere cabrio, monovolumen, spider, sedán, ranchera, 4X4?
-¡Dieciséis! No, no. Yo lo que quiero es un coche. Que entren cinco y el perro. Si puede ser.

Y luego ya viene el tema de la tecnología punta: que al final no te aclaras con el  Automatic Aparcómeter Assistant, Abeese Retrobático, 78 válvulas bisiestas, manos libres blutuz, piernas libres WiFi, tracción a la rueda de repuesto, detector de menstruación  y dispensador de profilácticos de serie. Y tú, que de puro macho te sales, pones cara de entender perfectamente  lo que te están vendiendo y de paso quedas como Zeus delante de tu partenaire. Y sales convencido de que eres el rey del mambo y con una colección de letras como para alicatar  seis cuartos de baño de la Preysler.

Y por si fuera o fuese poco, desde ese mismo momento te metes en una espiral de gastos de  nivel porno guarrindongo y comprendes, demasiado tarde, que no sólo acabas de pagar el Full Total Mega Equip  -que es una expresión que viene a decir que tu troncomóvil tiene de como si no costara-  sino que acabas de vender tu alma al diablo o, en palabras más llanas, de defecarla con vistas al parque.

Apartado 2: La gasofa:

Todos sabemos que tu coche anda como un avión y consume como un mechero, pero lo que no cuentas es que te cuesta como un harén. La cosa es que para andar, tu vehículo precisa de un un líquido carísimo de olor penetrante que sale de unos grifos de inspiración fálica en una proporción aproximada del 50% de octanos y cosas químicas y otro 50% de impuestos. El precio de la gasofa depende de la cotización del petróleo, y sigue un sistema sencillísimo que básicamente consiste en que si sube el petróleo cuesta más, si se cree que hay atisbos de que el petróleo tal vez pueda subir, cuesta más, y en el hipotético  caso de que baje el petróleo,  cuesta más por razones estratégicas. El consumo medio de tu vehículo se mide en litros cada 100 kilómetros, que no deja de ser una cosa arbitraria teniendo en cuenta lo bello que sería decir: mi coche gasta la módica cantidad de 0,12 fanegas por legua. Todos los coches vienen de serie con dos consumos: el de contar a los amigos y el de verdad. Hay una excepción a la regla, y es que si tienes un todo terreno puedes contar el consumo de verdad para dejar claro que tú tienes poderío y las menudencias te la refanfinflan.

Apartado 3: El mantenimiento

Tu velocípedo, por más Full Equip que sea o turgente que fuese la moza que lo anunciaba, tiene un montón de chismes que hay que cambiar cuando diga el fabricante, que para eso te ha vendido un ordenador de a bordo que no sólo NO sirve para ver porno o descargar pelis, sino que además te dice que tienes que pasar por el taller a revisar el ajuste de la junta de admisión telúrica y los niveles de colesterol.

Al coche hay que cambiarle el aceite cada X kilómetros o cada X tiempo: lo que más te joda.

-Hola, es que me dice el ordenador de a bordo que me toca cambiar el aceite
-¿Qué aceite prefiere?
-Pues virgen extra, que dice Arguiñano que es mejor

Además, tu coche tiene filtros para todo:

-Le hemos cambiado el filtro del aceite, el del aire, el del café, el de partículas subatómicas y el de polen y ácaros. Son 450 leuros mas IVA
-No, si no soy alérgico ni nada…

Por no mencionar las pastillas de frenos, las de la tensión, las correas, los tirantes, las ruedas de invierno, las de verano, las de de otoño, que esta temporada se llevan en estampados monísimos, la trócola, los chiclés de esfuntración, la válvula aórtica, el caudalímetro cuántico y los 14.237 latiguillos, tubos, codos, centralitas de control, de descontrol, y las cosas de la ecología.

Apartado 4: La viñeta y el seguro


Como es lógico, tienes que asegurar tu coche por si las moscas. El seguro es una cosa que tenemos que pagar más cara todos por culpa de los cenutrios profesionales que se hacen Porriño-Madrid en tres cuartos de hora parando a mear.   La viñeta es un impuesto que tienes que pagar por circular aunque tu ciudad tenga unos baches nivel sima. Yo he visto a Jesús Calleja salir de algunos de ellos gritando «¡Desafío Conseguido!» y sin embargo mi ayuntamiento se empeña en jincar una suma anual que podría cubrir varias farras desenfrenadas de las de no llegar a casa ni con GPS.

Apartado 5: La  ITV

La ITV es un sitio lleno de aparatos en el que miran si tu vehículo está fetén. Básicamente llegas, pagas, esperas, y a continuación viene un señor con una tablet que, al igual que el ordenador de a bordo, no sirve para ver porno. A continuación te mandan que toques el claxon para ver si está afinado, te abren la puerta y luego la cierran, cosa que es una gilipollez porque obviamente tú estás dentro y en algún momento has tenido que entrar y cerrar. Que te dan ganas de decir que tú no venías de serie con el coche y eres un ente autónomo que cada X tiempo tiene que salir para hacer sus cosas. Luego tienes que encender las luces, los intermitentes, y  bajar la ventanilla, que digo yo que debe ser para comprobar que puedes atender a los vendedores de pañuelos de los semáforos y coger el ticket del parking de Mercadona.

Luego te meten en un artilugio que te bate y centrifuga el vehículo hasta ponerte los calzoncillos del revés y desprenderte las retinas y varios órganos internos, después te meten en unos rodillos que sirven para lijar y exfoliar los neumáticos  y a continuación te ponen encima de un agujero. Tú te quedas arriba y el inspector se pone debajo. Lo que viene siendo el misionero de toda la vida. Después de los preliminares te inspeccionan los bajos y te dicen que muevas la dirección a izquierda y derecha rítmicamente, pero sólo cuando te digan. En plan sumiso ¡Oh, sí, sí..! que tienes un poro en el escape y que tienes pérdidas de aceite.

Finalmente te dicen que abras el capó, le insertan a tu coche una sonda por vía rectal, el inspector, que ya sabe que la puerta abre y cierra -el muy cabrón-  te expulsa del vehículo, se sienta y sin anestesia ni nada hinca la chiruca en el acelerador hasta que la saca por los bajos, mientras tú rezas para que no empiecen a salir las bielas disparadas como misiles Tomahawk, para acto seguido decirte con sorna que tienes los gases y los triglicéridos altos. Finalmente te dan un papel que dice que debes ir inmediatamente al taller a cambiarle el muelle de la cabeza al muñeco del Fary, reponer el ambientador del Hacendado, sustituir la pegatina de Gurú y  renovar inmediatamente los discos de Bisbal y Bustamante, no sin antes advertirte que de no hacerlo te parará la Guardia Civil, que es una cosa que acojona mucho.

En resumidas cuentas, amiguitos, el coche es una cosa que mola mucho, te lleva a los sitios y fomenta la natalidad, cosa que por otra parte también hace un harén y por menos pasta. Para gustos colores.

Paz y amor hermanos…