Efectivamente, amiguitos de la fauna ibérica, hoy toca hablar del penúltimo fenómeno de moda entre buena parte del género femenino e incluso de una porción difícilmente cuantificable de la «génera» masculina:
hablamos del omnipresente Señor Grey y su legión de sombras, que entre unas y otras vienen a sumar un total de 150 IVA no incluido, repartidas en tres best seller -que en la lengua de Shakespeare y de Mr Bean, quiere decir «libraco que se vende por palés»– escritos por una señora que se llama E.L. James.
Al parecer, el éxito de la señora James proviene del hallazgo de la llave que abre los cerrojos de los arcanos femeninos más ocultos y por ello buena parte de los maridos, novios, amantes y follantes en general que en el mundo son, le pagarían (pagaríamos) cuantiosas sumas por recibir un par de clases particulares o, mejor aún, un manual de instrucciones resumido.
Ánsar y George en pleno romance |
Los libros en cuestión, por si hay dudas, son «Cincuenta sombras de Grey», «Cincuenta sombras más oscuras» y «Cincuenta sombras liberadas». Libros que, a juzgar por el hervor colectivo que parecen provocar en nuestras medias naranjas o naranjos, deben estar impresos con tinta a base de feromonas salvajes del Caribe, y eso tirando por lo bajo. Pero tranquilos que en el Departamento de Investigaciones Ojipláticas estamos trabajando en ello al igual que hacían George Bush y su «amigo especial» Ánsar allá en el rancho grande del aguerrido tejano.
Así es que, quede claro que en esta entrada bloguera trataré de explicar -probablemente sin éxito- a los maridos, novios y amantes de las inflamadas lectoras los porqués e incluso los «porquenós» del fenómeno. Y para ello, nada como ir al lío:
Anastasia es una inocente a la par que independiente muchachuela veinteañera que además -por aquello de darle a la historia más aires de literatura fantástica- es virgen. La chica se ve obligada a sustituir a una amiga suya para hacerle una entrevista al Señor Grey, un multimillonario -pero multi que te pasas- de carácter superultramegadominante, poseedor de casoplones con piscina de esos de quitar el hipo la fimosis y las cartucheras, cochazos indecentes de caballajes obscenos de los que gastan 200 litros de gasofa de la buena cada tres pueblos, jet privado con habitáculo para la práctica del follifornicio intercontinental, helicóptero personal para ir a hacer la compra al Mercadona, etc, pero todo ello de categoría suprema que lo flipas cum laude.
Dicho así, comprendo que puede parecer la historia de una zagala que se enamora perdidamente de Paco El Pocero, pero no: es que además de ser asquerosamente rico y exitoso en los negocios, de tener una personalidad hipnótica para el mujerío en general, y de ser un fornicador justiciero de nivel profesional, el andoba también está hecho un musculoso Adonis. Y es que hasta en la ficción los hay que encima de abusar, tiran de los pelos. Los muy cabrones.
El multimillonario en cuestión tiene un oscuro pasado que le hace estar plagadito de traumas y apuntar maneras de cabronazo impenitente y ultracontrolador -que es lo que la autora, con un par, llama eufemísticamente «sombras»- pero el caso es que la muchacha, a la que no le gusta nada de nada que la controlen, y aplicando por ello la indescifrable lógica femenina, se queda epatada hasta la junta de culata ante el intimidante poderío del Sr. Grey que al parecer ese día se aburría y se queda prendado a su vez de la apocada y presuntamente independiente moza- ¿Ya he dicho que la chavala es virgen?-.
La cosa es que en los siguientes días la virginal e indomable Anastasia no se puede quitar de la cabeza al Señor Christian Grey, y acude rauda y veloz a la llamada de este, que le confiesa que le va el rollito de la dominación y el BDSM en general y, resumiéndolo mucho, le propone a la independiente en cuestión que se convierta en su esclava sexual así del tirón, con contrato escrito de por medio en el que quedan bien claros los dimes, los diretes, los tomas, los dacas, y los puntos sobre las íes. Ya se sabe que los ricos son de dejarlo todo atado y bien atado. Menudos son…
Y entre una cosa y otra, Grey se entera de la virginidad de Anastasia y le resuelve la papeleta por la vía de apremio a la desprevenida zagala, que desde ese mismo instante deja de ser virgen sin previo aviso ni hacer uso de los intermitentes. Así, a lo loco. Que sepáis que Grey, ese machoman que no hace el amor, sino que se limita a «follar», llama a esto «polvo vainilla», denominación que a la concurrencia al parecer se le antoja sensual e irresistible. No preguntéis, que yo tampoco lo entiendo. Aceptadlo sin más, hermanos.
A partir de ahí, estimados ojipláticos, comienzan una tórrida relación de dominación y sumisión con altibajos muy gordos que se va desarrollando en los tres libros, y aquí es donde desde la perspectiva de la temible lógica femenina en materia sentimental radica la gracia, el moje y el meollo del asunto: como queda dicho, él es el dominador y ella la sumisa. Es decir, que a priori a la pregunta de «¿Quién manda en casa? ¿Colás o Colasa?», el avispado lector respondería que, obviamente el que manda es Colás.
Pues miren ustedes por donde, la respuesta es ¡NO! ¡ERROR!
Analicemos la jugada ( atentos los del fondo, no se me distraigan que esto entra para examen):
Grey CREE que él es el que manda, el muy tontorrón, y ella la que se somete, pero mira tú por donde, el multimillonario sufre sin darse cuenta una paulatina metamorfosis en la que va disminuyendo su nivel de cabronismo y ansias de dominación y malismo provocadas por sus múltiples sufrimientos y traumas infantiles, cualidades que a la zagala le ponen una barbaridad a la par que no le gustan nada
-lógica femenina, amiguitos-. Y de ese modo, él cada vez se va volviendo más blandito y más cariñosote, pero a la vez sigue dándole levadura a la zagala en cantidades industriales, y ella sigue poniéndose muchísimo entre tanto lujo desenfreno y transformación del incauto y controlador Grey que no ve venir el gol que le van a colar por toda la escuadra y finalmente acaba convirtiéndose en amante esposo de Anastasia. ¡Ay Christian! ¿Dominador tú? ¡Tururú!
En resumen, queridos amiguitos, estas son las conclusiones básicas que podemos sacar:
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Si Grey fuese viajante de fajas de tallas especiales color carne en lugar de multimillonario, tuviera un pisito de 30 metros en Carabanchel Alto con hipoteca a 40 años, y se desplazara en un Nissan Micra de segunda mano, esta historia no sería posible. El romanticismo del asunto es directamente proporcional al tamaño de la cuenta corriente, al tamaño de los medios de locomoción, y al tamaño en general. En un Micra no hay Dios que domine nada de nada. Esto es así.
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No intentéis azotar en plan Grey a vuestra pareja pensando que vais a triunfar, porque muy probablemente os caeréis con todo el equipo. Si encima os pasáis de frenada en la fuerza del picaruelo azote aunque sea en 0,02 Newton por kilómetro cuadrado, se os van a caer además los pelillos de las orejas y hasta los palos del sombrajo. Es lo que hay nenes.
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El hecho de que le ordenes con sensual y dominante firmeza a tu pareja que se entregue de inmediato a la práctica del «sexo vainilla» lo único que te garantiza es un prolongadísimo período de abstinencia con menos contacto carnal que los Roper y cinco dedos marcados a fuego en el careto. Tío, olvídate y asúmelo: Lo único que tienes en común con Grey son tus múltiples traumas y nada más. NO eres millonario, eres un simple chapista en paro y tienes tripa cervecera. Vete a la nevera, coge otra cerveza del Mercadona y ahoga tus penas con ella.
- Esto es literatura romántica para mujeres escrita por una mujer. No seas animal, suelta ya los libros de tu señora y deja de pasar páginas ansiosamente en busca de fotos guarrindongas y explícitas, que estás arrugándolo todo y se va a dar cuenta. Aquí no hay fotos. Para eso ya tienes Internet
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Del mismo modo que no te preguntas como se apaña Chuck Norris para medirle el lomo a un regimiento entero de chinos sin despeinarse ni tener agujetas al día siguiente y lo aceptas como un hecho natural, debes aceptar que en la historia de Grey y Anastasia todo aquello que te parece que no tiene ni pies ni cabeza ni sentido alguno, es romántico. Y punto.
Y para que lo sepáis, Anastasia no se limita a vivir cabalgando en la lujuria y el desenfreno sin tiento, sino que además termina por pillar cacho en régimen de gananciales con su Señor Grey, con el que es feliz y come carísimas perdices escabechadas e invierte en SICAV con tributación al 1% por los siglos de los siglos. Y para más INRI, todo ello sin ni tan siquiera haber firmado el contrato de sumisa oficial. Que le ronca la mandarina…
Así es que, amigotes ojipláticos, espero que en adelante ya no os queden dudas acerca de las claves del asunto que nos ocupa y de la enorme carga de romanticismo que invade a nuestras respectivas que, dicho sea de paso, «No saben ná que digamos»
Nos ha jodido Mayo con sus Greys…
Me ha encantado tu entrada y el sarcasmo que tienes! Ojiplática me he quedado! :P. No he podido evitar leer más entradas ni dejar de reirme. Me ha encantado!
Te dejo mi entrada sobre el mismo tema, por si te animas a leer el resto.
http://entremimascotaytuprefieromimascota.blogspot.com.es/2012/11/acabo-de-terminar-de-leer-la-trilogia_7.html
Besos!
Muchas gracias Cris!! Me alegra de verdad que te hayas divertido un rato navegando por estas aguas ojipláticas, que es cierto que generalmente son de pH algo ácido, cosa que no a todo el mundo le gusta, pero ¡Qué se le va a hacer! Aprovecho para añadir tu blog a la lista de "blogs interesantes" ¡Besos de vuelta!
No se como, la verdad,he llegado a coincidir y poder leer tu escrito que si,me ha dejado ojiplatica y con una sonrisa laarga despues de reirme muchas veces con tu forma de escribir.Me alegro mucho por la coincidencia he pasado un rato estupendo leyéndote.
Muchas gracias por pasarte por aquí. Un placer!