Entre la multitud de cosas que me interesan muchísimo pa un rato, está el asunto de ponerle nombre a las cosas. Porque claro, a un asturiano le parece normal que al paño de cocina se le denomine «rodillo», que ya me dirás tú a cuento de qué, si ahí no hay ningún tipo de cilindrez, que es es una cosa muy propia de los rodillos y que está en su misma esencia de rodillo. Claro, si fueran con forma de dodecaedro a ver quién coño iba a estirar la masa de la pizza como Dios manda. Se iban a formar una serie de fosas, simas y grietas por las que se colaría la mozzarella y el atún claro Calvo, y jamás se volvería a saber de ellos. Un horror.
Al hilo de este espinoso asunto, propongo que el rodillo con forma de dodecaedro se llame «dodecaedrillo» y se emplee para las pizzas que vayan a llevar piña, a ver si hay suerte y se pierde toda en las simas y no se vuelve a saber más de ella. ¡Degeneraos!
Mucho habría que hablar de los que no son asturianos y llaman al tajalápiz «sacapuntas» pudiendo llamarlo «tajalápiz», como es debido. Pero eso pa otro día que haya que tajar lápices. «Sacapuntas» ¡¡¡Home, no me jodas!!! ¿Qué será lo próximo? ¿Llamar a los tampones «atorachirris»? ¿A los preservativos «fundas pal pijo»? ¡No, home no! ¡Un poco de elegancia, ho!
Pero a lo que voy es al noble arte del «naming», que parece que no, pero es importantísimo en el mundo del marketing, el vending y el supermercading. Tú imagínate que eres la empresa que le lleva el tema del naming al Lidl, que ha decidido que va a sacar su propia línea de yogures bajos en calorías que no engordan, no empachan, y además te regulan la fauna intestinal y el caganding. Y lógicamente tienes que poner en el bote algo que incite al consumidor gord… al consumidor que desea reducir su ingesta de calorías a la misma vez que se pone hasta las trancas, de que adquiera tu producto. Con los yogures normales lo tuvieron claro: la leche es buena lo mismo pa un inglés que pa un catalán. ¿Cómo llamamos a nuestros lácteos? ¡Coño, pues Milbona! Es de cajón.
Pero claro, eso está bien porque son lácteos que engordan con normalidad a personas de todas las nacionalidades. En este caso se trata de lácteos que no engordan y llevan cagobacterias. Hay que afinar. Es un yogur. Que no engorda. Y ayuda a combatir el estreñimiento pertinaz. Pues ya está: «Yoguflac» Y justo debajo, con una tipografía mona, «Con lactodefecantes«. Lo del dibujo de flores, nubes, o líquidos azules, es imperativo cuando se quiere suavizar una referencia clara a cualquier secreción corporal de la persona humana. Por eso en los envases de Yoguflac no se pone un dibujo de un señor de Villanueva de la Jara apretando en mitad de unos matorrales. ¿Me seguís, o no?
Luego ya, el Yoguflac Con lactodefecantes, lo vendes en un pack indivisible con sabores a ciruela, apio, ajo de Las Pedroñeras, líquido de frenos y bola de pasamanos. Es indispensable que el pack lleve algún sabor que repugne a todo el mundo. Habrá quien vea conspiraciones en el hecho de que pretendan colarnos los excedentes de yogur con sabor a ajo de Las Pedroñeras, pero eso no tiene ningún sentido porque entonces haría DÉCADAS que no se venderían yogures de coco. O sea, que hay psicópatas en las fábricas de yogures que hacen yogures que no se comen ni las cabras del Himalaya, y lo hacen aposta. Ahí, en plan: «mete esta mierda en el pack indivisible, y que rasquen». ¡Hijos de p*ta!
De este misterio debería hablar Iker Jiménez clarísimamente.
Como dato de interés científico que aporta calidad a este texto, diré que el asunto de ponerle el nombre a la gama de accesorios de cocina del Lidl, fue por razones literarias. El encargao del naming tuvo conocimiento de un libro de Hemingway en el que salía una foto del propio autor friendo un güevo, espumadera en mano, en una trinchera a las afueras de Las Pedroñeras. La mítica obra «Dejad de lanzar granadas, que me tiráis la tierra la trinchera en la sartén ¡Cabrones!». Y dijo el mongolo encargao del naming: «Pos ya estaría. A la gama de cacharros de cocina la llamamos Ernesto, y al que no le mole que se pire a consumir Yoguflac Con lactodefecantes«.
A la nocilla la han llamao «Choco-nussa» porque le pega mucho. Y a los helados «Bon Gelati», como queriendo decir que si la leche era bona, el gelati no se queda atrás ni un pelo. Es un principio sencillísimo. Por eso a los helados no los llaman «Gelati di Merda» ni «Cono Chungo», ni nada por el estilo.
Sin embargo, al papel higiénico, pudiendo llamarlo «Ojal-Limp» lo han llamao «Floralys» siguiendo el principio de flores, líquidos azules y nubes para todo lo que tenga que ver con el tema excreciones y purulencias.
A lo de perfumería, jabones, geles y todo eso, lo han llamao «cien» para que pareciera más barato que si se llamase «mil millones» como pretendía el tonto del culo encargao del naming por aquel entonces. Normal que lo despidieran.
Y no me quiero ir sin postularme pa encargao de naming de Ikea para el mundo de habla hispana, haciendo algunas propuestas de alto nivel:
Pöta: gama de peroles, ollas y cazos.
Palangäna: elemento portátil para el aseo íntimo en casas sin instalación de agua corriente.
Hijuepüta: sartén sin mango (véase Manöpla)
Manöpla: adminículo termoaislante para el adecuado manejo de Hijuepüta (sartén sin mango).
¡Höstia!: espejo de aumento para maquillaje (alta definición).
Fïltra: funda semiopaca de baja definición y alta autoestima para ¡Höstia!
Mamërto: vaso de sidra para beber a sorbitos
Fesöria: accesorio para jardinería y horticultura
Estrapälla: pasapurés
Mankästete: línea de gasas y apósitos adhesivos para primeros auxilios.
Refälfia: objeto sin utilidad aparente que vale mil duros, pero lléveslu pa casa igual. Ya atoparás ónde ponelu.
Cösu: chisme pal esti del pirindolo de tal.
Rabïla: manivela de uso universal para rabilar cosas rabilables.
Fäto: gorra con la visera pa’trás para uso en días soleados
Faltösa: visera frontal para Fäto. Uso en días nublados.
Dislëxia: zinpas para denter la ropa para que se quese después de valarla.
Karretöna: bolsa de la compra de gran capacidad
Estocömomimadreva: servicio telefónico de asistencia y orientación al montaje de mobiliario nórdico.
Gunmimädre: servicio de montaje de muebles para clientes que sobrevaloran sus habilidades manuales.
Hala, atéchense que va a llover. Aquí no sé, pero en alguna parte lloverá. Digo yo. Y si lloviere, no olvidéis comprar un Atëcha (paraguas impermeable para la lluvia). O un «Pinguëme» (paraguas económico no impermeable para la lluvia).