Hoy venía de la radio tóo contento, que me lo he pasao mejor que Pocholo en un amagüestu, e iba mirando el esmarfón cuando de perrente vi un video de una moza que va repartiendo justicia a dos manos por el metro de algún sitio de Rusia. El tema es que la rutilante joven, en cuantis que ve que el personal masculino va haciendo mansplaining, que es ir con lo que es el arco de triunfo con un ángulo entrepatal excesivo en el transporte público, pasa a la acción ipso facto y no se anda con menudencias.

Concretamente, en cuanto que estima que tienes el piernamen demasiado abierto, pues te afea la conducta echándote agua con lejía sobre la portañica, que te pone a la moda el pantalón en un pispás a la misma vez que te hace un blanqueamiento escrotal, y si tiene puntería, otro anal. Que está muy de moda. Es muy lógico, y da mucha calidad a la acción reivindicativa, aunque la lejía me parece poca cosa. Yo echaría ácido sulfúrico o aceite hirviendo, que da mucha más impresión y directamente se te disuelven los güitos. No vuelves a hacerlo más en la vida.

Desconozco si esto lo aplica preguntando previamente si eres cis, meta, homo, meta, trans, tripi, o armario empotrao. Que estaría bien porque de esa manera no sé qué diferencia iba a haber, pero estaría bien igualmente.

-Disculpe, amable indeseable que va con el piernamen en ángulo excesivo, ¿Podría indicarme con pelos y señales el asunto de su identidad de género, y si carga a babor o a estribor? Es pa un trabajo del cole.

-Pues yo soy un señor que…

¡ZAS! ¡TE HAS QUEDAO SIN PAQUETE, MANOLETE!

Y por eso a los actos reivindicativos hay que darles calidad mediante el uso de métodos químicos o biológicos. Yo como soy alérgico al ácido sulfúrico y al aceite hirviendo en el entrepato, pues no puedo prestarme a ello.

Pero me he hecho el firme propósito de no volver a subir en la moto haciendo mansplaining a lo tonto, dejando las piernas asomando pa’l mismo lao, que queda súper cuqui porque vas conduciendo ahí como que todo te la trae al pairo. Aún no pude hacerlo con las piernas cruzadas porque me se pilla un huevete contra el sillín y se pasa mal cuando te paras en los semáforos o pasas por una rotonda.

La ventaja es que ningún señor con gorra intenta venderte klínex. Es como que captan el mensaje.

¡Qué día más güeno, rediós!

 

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