Si yo fuera italiano y me llamara o llamase «Ismaele» o «Mailino», o como carallo se diga, me asomaría al balcón, y juntando las yemas de los dedos, apuntaría hacia arriba ejecutando un movimiento de vaivén, gritando «¡¡¡SIAMO NELLA MEEEEEERDA!!!».

Por el contrario, si fuera griego, y me llamara Ismaelakis Alvarpazpoulos, llamaría a un par de colegas para salir a la plaza mayor de la polis a bailar el sirtaki, que es muy aparente, haciendo la peineta y gritando «¡¡¡JROÑA QUE JROÑA, HIJUEPUTAKIS!!!». Para acto seguido irnos al barpubpopoulos más cercano a tomarnos unos yogures on the rocks.

Si fuera indio de la India y me llamara Ismahanta Alvharandapaztikian, me abriría paso entre la multitud, vociferante y altanero, profiriendo estridentes «¡¡¡DEL PIIIITA PITA DEEEEEL , YAMBERI HUUUMMMMMBO!!! ¡¡¡LO GÜEVO ME VAI A COMÉ!!! ¡¡¡CABRONEH!!!», mientras voy apartando a patadas a los parias y demás escoria social, orgulloso de mi brillante bigote, y mi fragancia a patchouli.

Si fuera de Antigua y Barbuda, no tengo ni idea de cómo me llamaría ni de lo que haría, porque lamentablemente no tengo ni putin idea de lo que hacen los antiguobarbudenses. No es buen ejemplo.

Si fuera romano de la misma roma imperial y me llamara ISMALETIVS ALVARIVS PAX, saldría a dar un rulo por el foro, con la toga remangada (lo que en la época se llamaba «deambularem ad pijus sacatus»), gritando ad diestrum et siniestrum «¡¡¡ITE A RASCARE ENTREPATUM, COMEMIERDAE!!! ¡¡¡FALTOSUM!!! ¡¡¡CAPRONIBUS!!!».

Entre las múltiples ensoñaciones, también he pensao en ser español, experto en fútbol, fórmula I, pandemias, vacunas, volcanes y geoestrategia. Pero ya no había plazas disponibles. ¡CAGÜEN!

Y lo otro que se me ocurría es preguntarme qué coño estará pensando en estos momentos la señora Putina. Claro, que como estará acostumbrada, imagino que andará güasapeando con las amigas en plan «¡Ay madre, fía! Ya ta el mi home enredando coles sus coses ¡Virgen de Kovandutskaya! ¡Nun faigo carrera d’el!».

Resumiendo: «Siamo nella merda». Pero mucho.