Las malas noticias son difíciles de asimilar pero antes o después se digieren con mayor o menor fortuna. No queda otra. Sin embargo, cuando en un mismo día recibes por dos veces las mejores noticias que se puedan imaginar, entras en una especie de shock que te bloquea por completo y hace que toda esa carga que llevabas en las espaldas te atraviese implacable hasta los pies. Y en ese trayecto no sabes si reír o llorar ni como gestionar los sentimientos que te afloran sin control.

A las ocho en punto de la mañana el teléfono sonó y al otro lado estaba el Dr. Arias, Jefe de Cirugía Mayor Ambulatoria  del Hospital Monte Naranco. Acababa de recibir los primeros resultados de la operación a la que se sometió mi mujer  la semana pasada, y las noticias eran tan buenas que se sintió obligado a llamarnos de inmediato para que no tuviésemos ni un minuto de angustia más de los estrictamente necesarios. Ni rastro de cáncer.

Aún así, todavía faltaban los resultados definitivos que no esperábamos hasta la próxima semana. Y esa semana se hizo corta, porque sólo  dos horas después,  Salvador Tranche, nuestro médico de familia, nos comunicaba que, al igual que el algodón, el TAC no engaña y todo estaba en perfecto orden y armonía: el cáncer estuvo ahí, pero  ya se fue. 

Nosotros ya podemos decir que nos ha tocado la amarga experiencia del cáncer y con ella  una valiosísima lección  que incorporamos a nuestra experiencia vital con el deseo de ser mejores personas. Sin trampa ni cartón. Porque la vida se encarga de recordarnos que hay gente que nos importa y a la que le importamos. Porque salimos de esta lucha con más cicatrices en el alma y  fortalecidos para lo que pueda venir. Mientras tanto, «carpe diem»  y a fluir libres por el proceloso mar aunque puedan venir más tormentas.

Así que cumpliendo con los usos y costumbres militares, envainamos momentáneamente la espada y hacemos público el último y deseado parte de guerra en letras mayúsculas:

LA GUERRA HA TERMINADO

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P.S: a la Dra. Alonso que fue quien recomendó vigilar el «lunar», al Dr. Coto, que fue quien decidió actuar y extirparlo para su análisis y a quien le tocó comunicarnos las malas noticias, al Dr. Santos Juanes y al Dr. Arias, que fueron quienes llevaron a cabo la operación que permitió que todo esto terminase bien, a Tranche, y a Kevin, «nuestros» médicos de siempre… A todos ellos, GRACIAS,  porque además de su ciencia nos han aportado un abrazo, unas palabras de aliento o una palmada en el hombro, recetas todas ellas de probado valor terapéutico.
En definitiva, gracias por salvar a la mujer que ha sido, es, y será la mitad de mi existencia.  A nuestros amigos y familia: para qué deciros nada si ya lo sabéis… os queremos.

Y por último un abrazo muy especial a Sime y su mujer, que aún están en la lucha y nos cuentan sus experiencias en su blog http://micancerdemujer.blogspot.com/  . Os enviamos mucha fuerza y ánimo en vuestra lucha y os deseamos todo lo mejor.