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Qué atento es ese hombre. Es mayor. Seguro que pasa de los treinta años ya. O de los cuarenta. Creo que vino más veces a este sitio. Está bien, sí. Lo que no entiendo es qué hago yo aquí. Tendría que estar en la escuela. Verás cuando Don Arturo le diga a padre que he hecho pellas. Igual que aquel otro día. Seguro que me regaña y me tirará de las orejas. Y la tarea sin hacer. ¡Vaya que sí! La regañina va a ser de campeonato. Como si lo viera. ¡A ver! Seguro que madre le quita hierro al asunto. Echo tanto de menos a madre… Ayer me hizo guiso del que me gusta. Siempre me aparta la cebolla. Ella sabe que me hace mal y me arde la tripa. Bueno, no es que me arda. Eso se lo digo porque no me gusta. Sabe rara la cebolla. No está bien que le mienta a madre, ya lo sé. No, no está bien. Sé que ella no me miente. ¿Dónde está madre? No me ha venido a ver a esta casa. Es nueva esta casa. Eso seguro. He estado más veces, eso sí. Pero es nueva. Y rara. Toda esa gente que me mira… Me sonríen y me dicen cosas agradables, sí. Pero a veces me dan miedo. ¡A ver! Yo les sonrío también, pero no sé qué les voy a contar. Las cosas que son de uno no se cuentan a los extraños. Aunque sean amables y sonrían. A madre sí que le cuento todo. Bueno, lo de la cebolla no. No es cosa de que se disguste por esa tontería. En casa no sobran los dineros, eso sí. Dice padre que la comida es una cosa sagrada y no se puede despreciar así como así. Todo cuesta cuartos, y los cuartos cuesta ganarlos. Eso dice padre siempre. Y madre le da la razón, así que a la fuerza habrá de ser verdad. Madre no me miente nunca. ¿Dónde estará? Algo importante tendrá que hacer si no ha venido. Lo mismo ha ido a hablar con Don Arturo. Entonces la regañina me la dará ella. ¡Mejor será! Las regañinas de padre son cosa seria. Seguro que me retira la paga. A ver cómo le explico que esta gente tiene la culpa de que haga pellas. Me dan lápiz y papel, pero cuando me pongo a hacer las tareas nunca me acuerdo de lo que nos ha mandado Don Arturo. Es buen maestro Don Arturo. Siempre me da caramelos cuando hago bien los dictados. Sin faltas ni tachones. Todos sabemos que los caramelos de Don Arturo son de los que sobran en los cumpleaños. Pero como no se los queda para él no le echamos cuenta. Nos los va dando cuando hacemos bien las cosas. Como en aquel dictado del otro día: «El vate, o poeta, está bate que bate su magín». Era así de raro. Pero lo escribí sin faltas. Bueno, con un borrón en lo del magín. Pero Don Arturo me dio el caramelo igualmente. Es bueno Don Arturo. Se sacó del bolsillo el caramelo, pero como era de anís se lo guardó otra vez y rebuscó hasta encontrar el de naranja. Sabe bien que no me gusta nada el de anís. Igual que madre con lo de la cebolla. Madre siempre me aparta la cebolla del guiso.
-Papá, no te preocupes. Ya tienes hecha la tarea. Mira, Don Arturo me ha dado un caramelo de naranja para ti.
-Se lo agradezco mucho. Muy agradecido, de verdad. ¿Le ha dicho a madre que he hecho pellas? Mire que luego me regaña. Pienso que mejor habría de ir a la escuela. ¡Qué sé yo! A tomar nota de las tareas. Mire que luego padre me retirará la paga. Por mangarrián. ¡A ver!
-Estate tranquilo papá. Ya te traerán las tareas
– Y esa mujer mayor ¿Por qué llora? ¿Me mira a mí? Lo mismo tampoco ha hecho las tareas. La habrán de regañar, claro. ¡A ver, qué remedio!
-No, papá. Guarda cuidado, que no llora por eso. Mamá te ha hecho guiso del que te gusta. Sin cebolla.
-La cebolla me cae mal y me arde la tripa. Se lo debe de haber dicho madre. ¿Madre no viene hoy?
-No, papá. Hoy no puede venir.
-Muy agradecido, señor. Es usted muy amable. Muy amable… Como madre, que siempre me aparta la cebolla del guiso…¿Dónde está madre? Que no llore más esa mujer, que me da congoja. ¿Es porque he hecho pellas?
-No llores papá. Anda, come. Que está muy rico el guiso.
-Madre siempre me aparta la cebolla. Para que no me arda la tripa. Siempre. Echo de menos a madre…
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FIN