Estoy muy contento porque ayer me contactó por WhatsApp Alice, de la «agencia de contratación», desde un teléfono con prefijo de un país que queda al sur de otro país que termina en «aña», como «maña», «caña» o «saña» y cuyo nombre acaba en «ecos». Como «telecos», «Los Pecos» o «zuecos». No dijo de qué agencia en concreto ni qué contrataba exactamente. Igual era mi oportunidad anhelada de trabajar como domador de bolsas de Cheetos.

Pero en ese momento, por lo que fuere, me pareció buena idea decirle que soy un importante empresario noreñense del mundo de la chacina, a pesar de lo cual la amable Alice no se dio por aludida y me ofreció trabajos con sueldos a partir de 1500 leuros a la semana, cosa muy tentadora porque podría permitirme hacer la colada con gasoil, aliñar la ensalada con billetes de 50 o comprar tomates de los buenos. Ahí, a lo jeque.

Le dije que por supuesto que no, y aun así me pasó un móvil con prefijo nacional para que me pusiera en contacto con el estafador local para ir haciendo los trámites y la transferencia en concepto de gastos de uniforme de domador y esas cosas.

Tres minutos después me pide amistad en Feisbus un señor que directamente tiene de foto de perfil el texto «préstamos España».

Si en los próximos días devolvemos Al Andalus, es que me extrajeron del selular información sensible. Esto, o parecido, ya ha pasao antes. Yo aviso.

Así no se puede.