Hay que decirlo: generalmente nos explicamos de más. O sea, que tratamos de aclarar más de la cuenta aquella idea que queremos transmitir. Que exponemos en exceso las motivaciones de aquello que deseamos expresar. La demostración está en que ahora habrá quien esté pensando:
«Explica bien explicao eso de que «nos explicamos de más», porque si no lo explicares en condiciones, alomojó no lo entediéremos como hay que entendelo».
Claro. De hecho habrá gente puntillosa de esa que necesita saber por qué se prioriza tan descaradamente a los generales y generalas. Por lo de «generalmente»:
«Pos veo muy fatalamente ese especismo ajqueroso que sólo toma en consideración a los generales, pero no a los generalos y las generalas. Es más: no tiene en cuenta, verbigracia, a los coroneles/as/os o los cabos, cabas y cabes furrieles y furrielas y furrielos. Lo cual es peor, si cabiera o cabiese, por la fascistud que conlleva»
Lo cual es lógico porque es la puritita verdad. Creo. O no. Yo por si acaso corrijo y afirmo que generalmente, coronelamente, sargentamente o tenientemente Colombo y Colomba, NOS EXPLICAMOS DE MÁS.
Esto no es nada nuevo. Ya lo decía Anaxómenes de Palisandro allá por el siglo I: «Nos explicamos de más, y de esa burra no me apeo». Queda demostrado que este no es un tema baladí, lo cual, maticemos las cosas, no debe confundirse con aquel tema mítico de los Beatles:
«Baladí, baladá
laif gous on, bra.
La, la, jau de laif gous on
¡BEEEEEEEEEEEEEE!»
Como cosa curiosa, el último verso es el que le da nombre al género musical conocido como balada, pero esto es un detalle que aporto más que nada por aportar. Que hay que explicarlo todo de más.
Pero a lo que iba: al bueno de Anaxómenes de Palisandro, durante los setenta largos años en los que se dedicó a difundir su doctrina, resumida básicamente en el postulado «Nos explicamos de más y de esa burra no me apeo», tuvo que soportar que constantemente le dijeran gilipolleces como:
-Anaxómenes, ¿Cómo te atreves a decir tal cosa en pleno Siglo I? ¡Fascista!
-Porque es el siglo en el que vivo, pedazo de gilipollas. A ver cuándo coño quieres que lo diga si no ¿Hace dos siglos, que ni había nacido, ni sabía yo hablar ni nada? ¡Imbécil! ¡Aparatoso! ¡Carapijo!
Y, como es normal, con ese percal Anaxómenes se convencía del todo de que nos explicamos de más. Y así durante 70 años, que menudo tostón de vida. Vale más morirse de asco. Como dato curioso, Anaxómenes no se murió de asco, en siendo mejor opción. Se murió de otra cosa que era peor opción que morise de asco. Hay quien dice que se murió de una halitosis mal curada. Era desgraciao hasta para morirse.
Pero centrémonos. Las instrucciones de la maquinaria, por ejemplo, dan fe de que hay un exceso de explicaciones que eso no es normal:
«Warning: no sujete la motosierra con la huevada para arrancarla. O sea, para arrancar la motosierra, no la huevada. Si arrancare la motosierra en teniéndola sujeta con la huevada, existe riesgo de motoserrarse la huevada. En caso de motoserramiento de la huevada consulte con su médico o farmacéutico y entréguele estas instrucciones a un filólogo para que le afee sus escasas entendederas y comprensión lectora. Teléfono de urgencias del Instituto Nacional de Filólogos Afeadores de la Falta de Comprensión Lectora: 906 447 8956. Coste de la llamada 2,89 euros/minuto, impuestos excluidos». Y como ni Dios lee lo del 906, luego vienen los disgustos en la factura.
Habrá quien piense que esto sólo ocurre con la maquinaria potencialmente peligrosa, pero nada más lejos. Con artilugios menos sofisticados, también hay explicaciones de más:
«ACHTUNG, ACHTUNG: No accione la grapadora sobre su globo ocular o el de otra persona animal o cosa. Existe riesgo de grapamiento ocular sin haber necesidad ninguna».
Es que hay cosas que en principio no hacía falta explicarlas tanto en siendo personas humanas con su raciocinio, sus jugos pancreáticos y su canesú. Luego nos extrañará el avance del ateísmo galopante. Si es que es normal, en explicando más de lo necesario cosas que aparentemente no necesitan tanta explicación. Eso es de no ser una especie humana tan lista como se cree la especie humana. Esto también lo decía Anaxómenes de Palisandro en su famosa obra «Explicaciones excesivas: ¿Qué puta necesidad habrá?».
Eso es como cuando no ves un carajo debido a tu presbicia galopante por tu edad provecta, que no está claro si lo de la etiqueta de las gafas son las dioptrías o el precio, y pones los ojos cerradetes, así como si fueras un oriental al que le escama muchísimo lo que está viendo e intuye que se la quieren meter doblá. Como si así fueras a ver una mierda, cuando la realidad es aplastante: por más que achines los ojillos, no hay vuelta de hoja ¡No ves un carajo, vas a ver una mierda!
Y entonces es cuando, invariablemente, le dices a las personas que están a tu alrededor, a modo de excusa absurder e innecesaria que no hace sino perpetuar el exceso de explicaciones que nos acompaña en el día a día:
-Es que no me he traído LAS GAFAS DE VER
Lo cual está muy bien, no vaya a ser que crean que, si no ves una mierda, se debe a que no te has traído las gafas de cagar. O las de herrar mulas. O las de hacer torres Eiffeles con mondadientes.
Pongamos como ejemplo adicional, una situación social de lo más recurrente. A mí me tiene pasao. Estás en la elegantísima recepción del embajador. Aquello está petao de la flor y nata de la sociedad. Ahí no cabe un indeseable ni un comemierdas más. Tras más de 45 minutos de pie manteniendo una agradable conversación informal en la que te has puesto ciego de canapieses de patedefuá, panchitos, y champagnes de lo bueno, viene Ambrosio con la puta bandeja de Ferrerorocheres apilados en una pirámide perfecta sobre una bandeja de mierda, que o falta bandeja o sobran bombones. Que por cierto, nadie sabe cómo coño hace Ambrosio para que no se le esfarrapen todos los Ferrerorocheres de la bandejurria. Yo creo que los pega con loctite el cabronazo, porque de lo contrario no se comprende. Igual que no se comprende que el explotador joputa del embajador tenga a Ambrosio sin asegurar y sirviendo bombones industriales a una sarta de pelamangos a sus 108 años.
Pero no nos dispersemos en explicaciones: llevas tres cuartos de hora escuchando polladas mientras te pones hasta las cejas de comer y beber y rematas embutiéndote Ferrerorocheres a saco. Estás a la misma vez harto en el sentido de «saciadas las hambres y sedes», y harto en el sentido de «hasta los webos ya de que te den el coñazo». Hay una salida breve a más no poder, y que no requiere de más explicaciones para largarse de ese corrillo insufrible de patanes con ínfulas:
-Les ruego que me disculpen…
¡Y te piras, y ya está! Nadie se mosquea ni nada. Pero no: un ser humano medio, con una mangada de mil pares tras beberse catorce litros de champagne en los que nadan panchitos, ferrerosrocheres a medio deglutir y canapieses de patedefuá que aquello parece el naufragio del Titanic de lo petao que está, que mira que no habrá océano y estaban todos apelotonaos, TIENE QUE CAGARLA Y DAR EXPLICACIONES DE MÁS:
-Les ruego que me disculpen, pero es que de tanto embutir como si fuera gratis, estoy que me cago por las patas abajo ¿Ande quedan los retretes? ¡A VER AMBROSIO, CÓBRATE AQUÍ LO MÍO Y LO DE ESTA GENTE, CAGONMIMADRE! ¡TA TÓO PAGO! ¡EEEEEEEH! ¡CHSSSSSSSST! NI SE TE OCURRA ¿EH? ¡GUARDA AHÍ LA CARTERA, EMBAJADOR, CAGUNDIOR…»
Y una vez más has quedao como el gañán que eres y no te ajuntan más en la recepciones del embajador ¡POR EXCESO DE EXPLICACIONES!
Y por eso, amiguis de la fauna ibérica, si Anaxómenes de Palisandro levantara cabeza se moría de halitosis otra vez por no morirse del mismo asco.
Mayormente.