O sea, que si no lo he entendido mal, la cosa es que el coronaviruselo, existir, lo que se dice existir, no existe. ¡Ay que no, que se lo juro, señorito! O, si acaso, existe pero la puntica ná más.

Esto es así porque cientos de miles de personas afirman que en su microscopio letrónico de ver viruses, no han visto ninguno. Cosa que ya da muchísimo que pensar. Lógicamente. Eso es como el sentío común, que no se ve y por tanto no existe.

Ya lo dijo Celestino Fajón, conocido opinólogo hermano de la mujer de su cuñao:

«¡Qué coronavirul ni qué pollah! Yo no he visto ninguno, así que eso es una mierda que se han inventao los chinos pa que Donaltrán se vacune de no sé qué con un microchís que lo controlan con eso del cinco jotas que le quieren poner a los móviles ¡Jajajajajaja! Que lo que no entiendo es cómo hacen pa meter un jamonaco en un esmarfón, con lo apretao que tié que quedar eso. ¡Jajajajaja! Lo sé porque tengo un primo que ayuda a Putin a cambiarle la trócola a Miguel Bosé ¡jajajajajaja! ¡A mí nomengañan, primo!»

Efectivamente, eso es es como la trócola del coche. Todos los coches tienen una, pero nadie la ha visto, con lo cual ahí huele a contubernio de los mecánicos que dicen que te cambian la trócola pero ni la cambian ni Yisus que lo fundó. Los especialistas en diagnosis y sustitución de trócolas se limitan a poner cinta aislante a un cable pelao, y luego te dicen que te la han cambiao y que son 650 leuros. Si quieres factura, mas IVA. Ojo, que me lo ha dicho Miguel Bosé.

Fijaos si no cuando el mecánico os diga que os ha cambiao la trócola. Cuando dice » pues al final te he cambiao la trócola»,hace con los dedicos índice y medio de cada mano el gesto estándar internacional de «entre comillas». Que es así, doblando los susodichos dedos hacia abajo dos veces -ni una más- y le da la risa floja. Excepción hecha de Miguel, dueño de los afamados «Talleres Cervantes», que el hombre lo hace con la mano que le queda, y lógicamente nadie se percata de si está entrecomillando o tratando de sacarte una legaña del ojo. Miguel no ha tenío suerte en la vida.

Pero no nos salgamos del asunto.

O sea, a ver: dicen que el coronavirete existe pero poco. Sin ser tampoco una cosa loca. En esto coincide plenamente con la trócola. Por eso es un ejemplo tan bien traído.

Pero ¡Ojo! Que a la misma vez que no existe (o existe pero poco), también lo han inventao los chinos. Por joder, mayormente. Lo cual no parece disparatado porque machihembrar es lo que más hacen los chinos. Esto es así porque a día de hoy, midiendo a ojo de buen cubero cuánto se va hundiendo el rodapié de China por el peso de los propios chinos, deben ser como mil cuatrocientos millones de payochinos o más. De hecho, en este ratico han nacido como 150.000. Son unos crás. Eso es machihembrar y lo demás cuentos chinos.

Consejo: jamás les cuentes a tus hijos cuentos chinos. En todos, invariablemente, Capelucita Loja se acaba machihembrando al lobo, Hansel a Gretel, Pulgarcito al ogro y a la abuelita… eso es un sindiós comunista.

Se conoce por lo tanto, que los chinos se pasan la vida bombeando, y luego entre kiki y kiki, en los ratos libres fabrican productos de bajo coste y calidad justica pa pasar la mañana, y producen coronaviruses también de bajo coste y calidad justica para que los rusos, los americanos y los de Moratalaz compitan para hacer una vacuna. Y es por eso que las mascarillas contagian más que otra cosa y es mejor usarlas, si acaso, de sujetapapadas.

Que, por cierto, es muy importante si vas a hablar con alguien arrimándole las fauces al jeto de modo que pueda apreciar cada uno de tus empastes al detalle, bajarte la mascarilla. No vaya a ser.

Es igual que cuando te llaman al móvil. Ahí, o te bajas la mascarilla hasta el ombligo de inmediato, o el móvil, que como todo el mundo sabe reconoce lo que dices mediante lectura de labios, no va a tener ni puta idea de lo que dices.

Ejemplo:

Con la mascarilla bajada hasta el refajo: «¿Diga? No. No me interesa cambiar a Borderfone ¡Que no, copón!»

Con la mascarilla puesta: » ¿Bsgh? Og, og. Bodinpresera tambriargh abadajalaforne ¡Surno, tocón!»

Es normal, por tanto, tirar hacia abajo de la mascarilla hasta que las gomas queden como la cuerda de la puta ballesta de Guillermo Tell. A ver si inventan el teléfono de una vez pa poder contener la lapada escupitajera dentro de los límites de la mascarilla.

Y por eso no pasa ná, y el coronavireto existe pero no.

Porque como dijo Celestino Fajón aquel día que estaba inspirao y por eso lo echaron a patadas del bar por demostrar que no pasa ná rechupeteando la cucharilla del café de los demás parroquianos, previamente rechupeteada como Dios manda por los propios interesados tras arrevolver el azúcar:

-Lo que pasa ej que quieren controlar el mundo ¡JAJAJAJAJA! ¡A mí no me controla nadie! ¡QUE A MÍ ME CAMBIAN LA TRÓCOLA EN EL TALLER DE MIGUEL BOSÉ!

-¡CELESTINO! ¿OTRA VEZ BORRACHO EMPERDÍO? ¡ANDA, Y TIRA YA PA CASA! ¡DESTALENTAO!

-Honoria, me oprimes. Tú antes molabas, cari.

-¡Calla pijo! ¡Y YA TESTÁS QUITANDO LA MASCARILLA DEL ENTREPATO Y TE LA PONES EN EL JETO! ¡MANGURRIÁN! ¡ESTREPITOSO!

-¡Jo!

Y, según parece, por esto era todo. Creo.