No deja de ser curioso que  tras tantos años hablando de las dos Españas, aún no nos hayamos percatado de tan flagrante error aritmético. A mí, desde luego, las cuentas no me salen, consciente, eso sí, de que me sacan de contar «por los deos» y ya me pierdo. Y es que uno, «apoyao» como está en el quicio de la cuarentena, no es que se considere de vuelta de todo (triste posición por cierto), pero sí, digamos, a medio usar y por ende, con media idea de por donde van los tiros que se disparan por estos lodazales del solar patrio, venidos de viejos y diversos  polvos para los que no se ha inventado aún plumero ni antiestático que los trinque.

Dejando claro, pues, que uno no es muy «de ciencias»  a la par que de escasas letras, y a la vista de la evidente «mala follá» que diría un granaíno,   que atenaza a buena parte de la ciudadanía a pesar de los talantes talantas y tolontos que nos venden estos últimos años en la prensa del movimiento de turno, no parece del todo descabellado pensar que Españas, lo que se dice Españas, hay muchas y muy variadas. Baste asomar el hocico a cualquier conversación filosófica de las que se desarrollan en esos foros patrios que son los bares, tascas y tugurios de diverso pelaje donde nos solazamos al calor de chatos cañitas y raciones de oreja. Sí, amigos, hay cabreo generalizado. Cabreo contra el gobierno, al que curiosamente ahora resulta que no votó nadie, cabreo con la oposición a la que, y también curiosamente, no votó nadie cuando era gobierno, cabreo con los sindicatos, con la patronal, con los funcionarios, con la banca, con la vecina del quinto, que por cierto dicen que mete las barreduras debajo de la alfombra, con Aznar, que cada vez que abre la boca sube el pan, con ZP, que cada vez que abre la suya baja el índice Nikkei, con Rajoy, que contempla la escena con ojos muy abiertos como diciendo «¡Joder, vaya tropa!», y,  si me apuran, con el lucero del alba. Eso sí, hay un cierto consenso en que la Esteban  tendría cabida en el parlamento patrio por aquello de ser la princesa del pueblo. Aunque bien pensado, tampoco desentonaría tanto sentada en su escaño de polipiel con tapetes de ganchillo. Pero bueno, dejémoslo que me voy por los cerros de Úbeda, provincia de Jaén.

La cosa es preocupante. Las listas del paro crecen cual hongos, se termina la pasta para subvencionar múltiples sectores «productivos» que de otra forma no podrían ni pagar el recibo de la luz, y menos ahora, que la tarifa se pone peliaguda, se gastan millonadas en «Guías del culo», en dar dinerín al explotado sector bancario que hasta hace dos telediarios nos daba parné para el queli y, ya puestos, para un buga que no nos podíamos permitir,  en determinar si Blancanieves, la Cenicienta y su primo el Ceniciento, son una pandilla de  sexistas de mierda a los que habría que exterminar por no cumplir con criterios paritarios (paridad, ¿vendrá de parida?), en traductores y traductoras para que los miembros y miembras del Senado puedan entenderse al no tener, pobrecicos ellos, un lenguaje común con el que poder lanzarse exabruptos…. En fin, con estos y otros excelsos mimbres, nos toca ahora hacer cestos que malamente se venderán en el mercadillo de la realidad.

El caso es que estamos en un punto muy conveniente para que oligarcas de nueva y vieja factura, gente «bien» de esa a la que le va estupendísimo de la muerte independientemente de los vientos que soplen, pijiprogres de Armani, y profesionales de la poltrona y la nada más absoluta en general, sigan viviendo muy bien a costa del costillar del resto de ciudadanos, ocupados como estamos en tirarnos los trastos a la cabeza unos a otros. Dense una vuelta por los foros de la internete, sean  del pelaje que sean, y verán que bien nos llevamos. Como decía un humorista argentino: «Estamos vivos de milagro». Que Ned Flanders nos ampare a todos y todas….