Desde aquella noche de verano de la adolescencia ya lejana, cuando los quintos del pueblo, aprovechando las fiestas de San Lorenzo y lo apartado de las eras, le arrancaron a empujones y en fila india el vestido recién estrenado, la inocencia por estrenar, y los alfileres que hilvanan el alma, María no había vuelto a derramar una sola lágrima. Y a fuerza de bofetadas paternas y vergüenzas maternas por la honra perdida en mala hora, estrenaba su nueva condición que la convertía para solaz de toda la comarca en María «la puta». Una cualquiera perfecta como blanco para escupir la bilis, distraer la mala conciencia y obviar el infame patrimonio colectivo.
Las décadas transcurridas le habían esculpido a cincel las entrañas y el rostro, y de su ser no quedaban más que jirones con los recuerdos grabados a fuego, como una lámpara perpetua en honor al soldado desconocido de su propio yo, que rendido y sin armas yacía sin remedio mostrando al mundo sus huesos maltrechos.
Y metódica, dedicó la tarde a poner en orden todos sus papeles, garabateó cuatro letras y se metió la carta en el bolsillo cerrando tras de sí la puerta con dos vueltas de llave antes de salir al pegajoso bochorno de aquella noche de mediados de agosto, aspirando el olor a restos de batalla que tienen las madrugadas de ciudad, casi con entusiasmo, sabedora de que hay que hacer lo que hay que hacer.
Nunca supo si habían sido minutos o segundos, ni importaba ya lo más mínimo. Y tendida boca arriba en el asfalto, en posición privilegiada, se le grabaron en la retina las perseidas mientras celebraba su último insomnio, indolente y ajena a los lamentos del taxista que explicaba a los agentes que no había podido frenar a tiempo.
El juez llegó media hora después, somnoliento y con cara de pocos amigos, para ordenar el levantamiento del cadáver. Y mientras redactaba el papeleo, esbozó media sonrisa al comprobar que aquella suicida era de su mismo pueblo:
-Pequeño es el mundo, ¡Rediós!-
Y por algún extraño mecanismo le vino a la mente aquella noche de verano del 63, cuando siendo quinto retozaba triunfante por las eras con los demás mozos ebrio de vino y juventud, dándole la espalda a las Lágrimas de San Lorenzo…
Al corazón, directo al corazón, Isma.
Intentando aguantar las lágrimas.
Fuiste mi gran descubrimiento del año y, aunque te conocí entre risas, a través de facebook, me llena de satisfacción ver lo grande y amplio que es tu talento.
Gracias por compartirlo con el mundo.
Hasta ahora solo había leído cosas tuyas en tono de humor que me encantan y me hacen pasar muy buen rato.
Me ha llegado al alma este Maria, eres bueno escribiendo joio, te lo dice una extremeña que no sabe como te ha encontrado en Facebook, por pura casualidad y encantada de que así haya sido. Gracias por compartir
Ahh crei que aquí tendrías una foto tuya… pero a ver si no quieres mostrarte?… que le vamos a hacer.
Gracias Ana. Las lágrimas limpian y son muy sanadoras. Muchas gracias por leerme!
Hola Maribel. Muchas gracias. Soy un poco tímido y me da cosa lo dela foto… Bueno, ya lo miro. Gracias de nuevo!