El mundo de los malandros, quinquis, mangantes, cacos, rateros, y demás familia, es apasionante. Uno no deja de preguntarse en qué momento un señor decide que va a consagrar su vida a mandar mensajes por messenger tratando de tangar incautos que quieran recibir sus millones, ser su amante/follante, o invertir en la magnífica empresa Criptomonedas Fernández S.L.

También es fascinante que alguien considere que enviarle dinero a un desconocido cualquiera que aparece por Messenger contándole una fula mal construida, llena de fallos de guion, e hilvanada como el culo es buena idea. Pero de eso y de que el voto tenga el mismo valor, ya hablamos otro día.


Las cositas como son: los manguis y delincuentes buenos de verdad, son los del mundo real. Los que están fuera de la red. O sea, los que trabajan sin red. A pelo. Como un trapecista de los de antes, que por lo común fallecían precisamente por falta de red. Primer mangante: el inspector de seguridad y salud en el trabajo que hacía la vista gorda al inspeccionar el circo sin mirar si los trapecistas tenían red. Incluso se han dado casos de inspectores que no comprobaban que los trapecistas tuvieran trapecio, cosa que provocó tragedias tan horrendas como previsibles en el mundo circense, y trapecistas que en plena función pasaban de la cara de estupefacción a la de fenecido en lo que la gravedad hacía su trabajo. Menudos sofocos pasaban los presentadores, que se veían obligados a decir «¡¡TACHÁAAAAAAAAN!!» tras el impacto sobre la pista número 2 para desviar la mirada del desconcertado público hacia la pista número 1, donde el payaso Chicholino tocaba la chompecha con singular gracejo.


Ha habido casos aún peores. Ahí está, verbigracia, la historia del trapecista sin brazos, Giorgio Pollini. Este bravo artista del trapecio, ante el evidente problema de la falta de extremidades superiores, desarrolló una pasmosa habilidad para agarrarse al trapecio pegándole un bocao. 25 años de exitosa carrera sin un solo percance, hasta el día en que un inspector negligente no comprobó la fecha de caducidad del tubo de Corega. Aún se conserva el trapecio con la dentadura postiza del infortunado Giorgio incrustada en el palo, en el Museo del Holocausto Circense. Cuenta la leyenda que el que consiga desincrustar la dentadura del trapecio, obtendrá el trono de Inglaterra. Pero con la cantidad de mierdas que cuentan las leyendas, vete tú a saber… Además, ¿Quién coño querría ser rey de Ingla… ¡Ah, calla! El Charles…


Ahora, curiosamente, el mayor circo de tres pistas del país solo tiene una pista, pequeñita, y encima con unas mesas en el medio estorbando. Normal que los leones estén en la puerta, y los artistas en las gradas. Y eso cuando están.


¿Dónde quedan delincuentes como Loliño Cacheiro? El gran Loliño, que traficaba con chalupas, lanchas, chalanas, paquebotes, metaneros y embarcaciones ilegales en general. ¡Ah, qué nostalgia! Todos echamos de menos a Loliño el barcotraficante, que aún paga su condena en la prisión federal de Coristanco. Años después, su hijo millenial Anxo Cacheiro, trató de seguir los pasos de su padre, y se hizo barcotraficante de sueños, cosa que no está tipificada en el código penal, pero debería. Anxo se gana holgadamente la vida comercializando camisetas, tazas, y agendas con mensajes guachis:


«Aunque estés como la mierda, sonríe», «No mires tu úlcera sangrante como un problema, sino como una oportunidad», o «Llena de amor el espacio que dejan tus extremidades recién amputadas».

Definitivamente, Anxo debería estar ya mismo en el patíbulo, que aunque nadie quiera reconocerlo, sería de justicia. Por pesao insoportable. ¡Coño ya!


¿Dónde quedan aquellos quinquis que nos quitaban las doscientas pesetas de la paga exhibiendo la navaja reglamentaria? Con su bigotillo, su corte de pelo mullet, o como se escriba, su esclava de plata grabada con su nombre («Chino», «Maca», «Er Petete»), y su voz cazallera mientras la música a todo trapo de los coches de choque y el olor a manzana de caramelo quemao y palomitas de maíz aceitosas ambientaban la escena… ¡Qué tiempos!
Pero no: ahora todo son estafadores de Internete, gente que dice que gana millones invirtiendo en movidas raras, pero en lugar de quedarse las perras pa ellos pretenden venderte cursillos pa que tú ganes también… ¡PERO QUÉDATE CON LAS PERRAS PA TÍ, SO ZOQUETE! ¿PA QUÉ CUENTAS TU SECRETO? ¡TÚ NI ERES ESPAÑOL NI ERES NA!


Pa lo que nos hemos quedao, primo.