O sea, que el tema de Mari Kondo al final era así:

Primera fase:

A lo primero nos vende la moto de que hay que tirar casi todo lo que tienes porque estorba y ocupa espacio a lo tontaina, y eso te jode el karma, el feng shui y el forro la pingarata. Vale. Todo a la mierda, que si más adelante te hace falta ya se lo comprarás a ella en MariKondoShopPuntocom. Como mucho había que tener 30 libros en casa, porque si tenías más a ver si se te iba a ocurrir leer más de lo debido o algo. Solo por esto, yo ya te hubiera deportado a la mierda, con un botellín de Trinaranjus de pomelo y un Bollycao sin cromo, Mari. Por si el cromo te jode la ordenación, bonica. Así como lo siento, te lo suelto tía.

Por si fuera poco, tenías que doblar las bragas hasta dejarlas reducidas a un tamaño equivalente a media papelina de farlopa. Eso sí, una papelina mu bien doblá y muy cuqui Y, por supuesto, colocadas en una cestica de ratán de comercio justo según la escala cromática de Kraussman-Wurtzlingler. Que es una escala que me acabo de inventar, pero le da peso científico a este Marikondesco asunto .

Los pantalones había que enrollarlos o no sé qué mi madre, pero con la técnica que a ella le saliera del potorro, porque otra no valía ya que no quedaban enrollaos como es debido. Eso, en una academia de marikondismo era dogma de fe. Al que enrollara mal los pantalones le caía una manita de hostias y luego lo metían, debidamente enrollado y clasificado según la esponjosidad del páncreas, en el cajón-mazmorra de castigar terroristas desordenaos de mierda.

Los pantalones había que meterlos en el cajón como quien presenta una bandeja de sushi del fino. Para los que no entendáis de cocina oriental, eso es arroz blanco con cachos de pez crudo, envueltos en láminas de pación marina enrollada con precisión laser. Como quien se lía un peta, pero bonito y hecho como es debido. No como los porreros desordenaos estándar que tenemos en occidente. Las camisas y camisetas imagino que las habría que esferificar o la madre que lo parió. A saber. Qué más dará.

La tía tenía el santo chirripitifláutico de hacer cosas psicopáticas como ordenar los macarrones dentro del bote por diámetros (medidos con un calibrador de macarrones homologado por Mari Kondo). Y a su vez, colocaba los botes ordenados por el peso atómico del contenido en orden descendente. O sea, una psicopatía de manual. Todo esto debidamente recogido en libros, vídeos, elepés y musicasetes de venta en los mejores establecimientos de MariKondeces. No se te fuera a olvidar algo, primo.

Segunda fase:

La Mari se compra un casoplón de la rehostia en el que puede meter toda la purria que se le cante porque otra cosa no, pero sitio tiene pa aburrir. Podría estar comprando todas las mierdas de la teletienda durante doce olimpiadas y catorce mundiales de brisca, y no llenar ni el trastero. La Mari se ve con tres zagales que dan una guerra del copón santo, y dejan todo sembrao de Barriguitas, Airgamboys, Micromachines, culos de Geyperman, cachos de cheetos incrustaos por las juntas de los baldosines, cintas del Cinexin, piezas del Tente y del Exin Castillos mezcladas de cualquier manera en plan jipi de la peor calaña, y además se suenan la mocarrada en los paneles japoneses, dejan impresos en la encimera de cuarzo rosa los dedazos churretosos de Phoskyto derretido, y se jiñan en el tatami de piel de Pikachu como si tal cosa. Como unos putos niños normales, vaya.

A esto hay que sumar que la chavalada caga y mea sin orden ni concierto, como auténticos delincuentes, y pasan de ordenar las heces por colores y consistencias, como de la mierda. Con horror, Mari cae en la cuenta de que la descendencia le ha salido humana.

Mari comprende a base de patadas en el Kondo, que no le da la vida pa hacer todas las gilipolleces que hacía antes. Y deduce que, tal vez, igual no es preciso doblar los calcetines con forma de grulla y colocarlos mirando hacia el cinturón de Orion, o que calibrar los macarrones por diámetro o los penne rigate por la profundidad del rigate, es una cosa prescindible. De lo de ordenar los champuses por densidad y los botes de Vim Clorex Verde por granulometría y volatilidad en condiciones de humedad normal, ni hablamos. Y ve asombrada que el resto de la humanidad sobrevive desde tiempos inmemoriales con un cajón donde mete las bragas con un sistema de ordenación binario muy elemental:

-Bragas de la regla

-Las demás bragas

Si hablamos de gente aún más organizada por falta de cajones, habría que añadir otra categoría en el cajón:

-Si queda sitio, más cosas que no necesariamente tienen que ser bragas. Por ejemplo, calcetines. Esto forma parte de la sabiduría de nuestros ancestros, que comprendieron que el ser humano distingue con gran facilidad unas bragas de unos calcetines o de una llave grifa y no es preciso andarse con polladas, aprovechando el tiempo para cosas más relevantes como conseguir comida o evitar que la tribu de enfrente los ensarte por el orto con la lanza sin atender al diámetro órtico ni nada.

Yo mismo, en el cajón de los calzoncillos, he ideado un ingenioso sistema por el cual en la parte izquierda tengo algún cinturón. ¿Por qué? Porque una vez embutidos los calzoncillos en el otro lao, quedaba sitio a la izquierda pa meter algún cinturón. Yo no domino el mundo porque no quiero.

Total que la Mari ha caído en la cuenta y ahora, gracias a los excelentes psicofármacos y electroshocks que le da su terapeuta, ya nos lo va a contar en su nuevo best seller «Cómo tener la casa como una persona normal y no parecer una localcóñer alfa: cómo mis churumbeles, y haber conocido a Jesuscríster, me han cambiao la vida que flipas».

Ha tardao pero Mari ha visto al fin la luz, caris.

Y es que ser ordenao está bien, pero tirar del vello púbico con tenazas ya es pasarse.

Home, no me jodas…