Ataúlfo Corrochano, nuestro aguerrido héroe hispánico,  miraba al cielo mientras el sol quemante le freía el hipotálamo sin piedad. Por alguna extraña razón tenía el día ácido como un limón salvaje del caribe exprimido antes de tiempo. El parque estaba hasta la bandera de gente matando las horas y sufriendo el calor moderada y gratuitamente  bajo la sombra de los árboles, arbustos, farolas, y demás elementos ornamentales. En el banco de al lado, una pareja de abueletes con chaqueta de pana desarrollaba una conversación de ritmo pausado, de esas con las que podrías escribir el guión de una peli china de siete horas de duración en unas siete páginas contando la portada:

Ni que fuera verano…
-Sí…
-Mucha calor pa ser abril…
-Antes el tiempo era de otra manera…
-Nos ha jodío mayo…

Ataúlfo pensó si tendría la suerte de llegar a la edad de los venerables ancianos para mantener conversaciones de nivel mientras veía la vida pasar de largo sentado en un banco del parque. Claro que, para ello habría que contar con variables tales como llegar a esa edad,  haberse jubilado, o que aún hubiera parques y bancos en los que sentarse de forma gratuita, cosas todas ellas más bien dudosas a la luz de los acontecimientos.  

Una pareja en torno a los treinta y tantos se saludaba a escasos metros:

-¿Cómo te va?
-Tirandillo…

A casi todo el mundo le iba «tirandillo», que al parecer es una categoría inferior al tradicional «tirando». A casi todo el mundo, menos a los mangurrianes a sueldo de los diversos partidos y sus respectivos cuates, muy ocupados en escupir a los cuatro vientos lo malos que son los demás. Campaña electoral, lo llamaban…

Las tres en punto. Ataúlfo se levantó del banco resoplando a causa del montón de grados centígrados que pululaban por el tórrido ambiente y decidió irse a currar mientras pensaba en los cuatro cabrones que se mantenían fresquitos a costa de exprimir a los cabreados y temerosos ciudadanos que habitaban un país aún verde en materia democrática. Por si no tuvieramos bastante con ser limones, encima exprimidos, ácidos, verdes y fritos.

En estas, Ataúlfo se topó de frente con un jefecillo de sección del curro.

-¡Hombre Corrochano! ¿Cómo te va?


Y sin poder reprimir la risa, Ataúlfo sólo pudo atinar a contestarle lacónicamente antes de alejarse:

-¡Tirandillo, Fernández!, !Tirandillo!….