No falla. Cada año de cada lustro de cada década, llega el 22 de diciembre y con tan señalada fecha la Lotería de Navidad  llama a nuestras puertas, igualito que los Intestículos de Cleofás, que siempre vienen de parte de dios -que hay que tenerlos muy  gordos- o la vecina de abajo cuando le inundamos el cuarto de baño. Esto es así.

Y es que  en los meses previos, allá por donde vas está la peña provocando con sus participaciones de la  Asociación de amigos del Orto Ibérico, del  Clús de Júrgol San Fulgencio Nonato o de la Agrupación Coral de la Parroquia de Santa Frígida.  Y por ese extraño mecanismo del «no vaya a ser…» que los de la Lotería, perversos ellos, conocen muy bien,  tú vas y compras confiado en que algo caerá aunque en el fondo sabes que es más probable que te caiga un satélite orbital de tamaño medio en mitad de la chepa. Eso es una cosa científica de la estadística, no se vayan a pensar.

Que por cierto, la llegada del euro, además de hacerle daño a todo lo demás, también ha hecho polvo la banda sonora de la lotería. Me explico:

Antes, los zagales de San Ildefonso cantaban aquello de:

-Potocientos miiiiiil cuarentay ciiiiiiiiiiiiiiiiiiincooooooooo
-¡Ciento cincuenta miiiiiiiil peseeeeeetaaaaaaaaas.

Y aquello sonaba rotundo: ¡PESETAS!, que rima con pizpiretas, culturetas y tetas.  Ahora lo que suenan son unos chuchurríos: -¡¡¡Miiiiiil eeeeeuroooooos!!! Que eso, con sus tres sílabas de mierder no tiene ni sonoridad, ni rima con nada decente. La lotería molaba más antes.

El caso es que cada año te ves con una bolsa de Ikea de las azules llena hasta arriba de participaciones y, con la desesperación de saber a ciencia cierta que de ilusiones vive el tonto de los testículos, te pones a mirar número por número con un ansia preocupante:

-¿QUÉ NÚMERO ERA? ¡RÁPIDO, MÍRALO EN INTERNET!
-Es que está el servidor «colapsao»….
-¡COÑO, PUES COMO YO Y NO ME QUEJO TANTO!

Y si hay algo que demuestra y explica a partes iguales que los españoles tragamos lo que sea, es el anuncio de la Lotería. Porque si no, a ver quién da una explicación mínimamente creíble de juntar a semejante troupe y obligarles a que pongan esos caretos de estreñimiento inmisericorde. Y claro, como somos muy influenciables hacemos caso y ponemos nuestros sueños a jugar y nuestras ilusiones a volar. Lo que pasa es que las ponemos a volar en Low Cost y lógicamente no te dan ni cacahuetes.

Y luego está la cosa de la distribución geográfica. Que siempre toca en una pedanía que se llama Palanquillos del Esfínter, que ni siquiera sale en el TomTom, porque el Nemesio se trajo unos décimos cuando fue a Madrid a la Feria de Adminículos Agropecuarios para comprarse un «radiocasete» con MP3 para el tractor. Que vamos, todos nos alegramos por el Nemesio pero…

Total, que como cada año vuelves a picar y se te queda una cara de «al menos tengo algo de salud» que espanta a la humanidad. Y eso si no cuentas la hipertensión, el colesterol malo y los triglicéridos. Que si los tienes un poco decentes ya te encargarás tú de remediarlo en las dos semanas siguientes.

Así pues, amiguitos de la fauna ibérica, poned vuestros sueños a jugar, pero al parchís, que al menos algo te comes. O como mínimo a remojar, a ver si les damos un poco de brillo y esplendor. Nos han jodido Bustamante, Raphael, la Niña Pastori y aledaños.

Pero como dijo «Janfri Bogar» con las manos in the gabardina and the melón under the sombrero: «siempre nos quedará la pedrea….»