Saco al perrete a pasear. Ya sé que es jalogüin y todo eso. Pero no acabo de ver la razón para cruzarme por la calle a alguien disfrazado de Mario Bros. Pero no un Mario Bros Zombi, un Mario Bros que te llama a la hora de la siesta para que te pases a Jodafone, o uno que te quiere endilgar la tarjeta de crédito de Cofipis o de Cacabank. Personajes todos ellos muy espeluznantes, oiga. Pero no. Era un Mario Bros normativo, sin fluidos guarrindongos, sangre o vísceras visibles. La única cosa terrorífica que se me ocurre es que al ser fontanero y más tarde de las ocho, te pegue una clavada del copón en la factura si lo llamas pa una fuga o algo. O que se te acerque y te diga al oído con los ojos fuera de las órbitas que viene de parte de Dios a redimirte.

Después, me topo con un señor en edad provecta de los que van con las manos detrás, murmurando cosas acerca de la mierda que es todo y que antes los paisanos de verdad se hacían los cubalibres con Varón Dandy y aguarrás, y no como los maritrinis de ahora. Total, que se detiene delante de la puerta de un sitio que hay en esa calle en el que hay gente que, por alguna razón, va a aprender a bailar. Observo con pasmo que pone los brazos en posición de baile e imita con ellos a las parejas que se atisban desde fuera. Tiro del perro y acelero el paso porque un poco de miedo sí que da, sí. Menos mal que en ese momento el perrete no estaba miccionando porque la línea continua hubiera sido de 50 metros.

Más adelante, observo venir de frente a una persona que ya de lejos daba pistas de que no había nadie al volante en ese momento. Y seguramente en otros momentos, tampoco. Efectivamente. En un establecimiento especializado en coches clásicos, hay expuesto un coche que, lógicamente, es clásico porque se conoce que el dueño es coherente y por eso no pone en el escaparate trajes de llanisca, submarinos o coches Eco Hybrid Low Contamineishon For My Chichi. Se confirman mis sospechas: el buen hombre afirma con gran júbilo «¡¡¡VAYA COCHE MÁS VIEJO!!!! ¿EH? JOJOJOJO.»

Por si acaso ese «¿EH?» iba dirigido a mi persona, me hago el sueco hasta el extremo de llamarme Björn Jodanssen y gustarme los arenques esos de mierda que comen allí que huelen como a comuna jipi sin agua corriente. Espeluznante todo. Si me llega a pasar alguna cosa inquietante más, me jiño del to. Que dentro de lo malo, llevaba bolsas, oyes.

Y estos tres sucesos horripilantes me han pasao en lo que viene siendo una vuelta a la manzana. Luego me preguntáis de dónde saco las cosas que cuento.