No busques unas risas en esto, porque no las hay. Mi percepción de la utilidad de las redes sociales suele ir enfocada a alegrar(me) la vida en la medida de lo posible, y a aportar y recibir «algo» de valor añadido, frente a tanto copia-pega, talibanismo, apriorismo, y todo lo que acabe en «ismo» en general, incluyendo consignas y adoctrinamientos repetidos hasta la misma náusea. Por aquello de que la primera obligación y el primer derecho del ser humano es ser feliz, o al menos hacer lo posible para ello. Cada cual es responsable de su propia felicidad, aunque pueda contribuir a la de los demás, que oye, también…

Por eso normalmente me asfixia la gente que ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE comparte miserias, que están en su derecho, ¡Ojo!, pero ¡Qué coño! Me asfixian. Es así. Por eso ya no suelo entrar en polémicas estériles ni discusiones que no llevan a ninguna parte. Por salud, y porque no me da la gana de malgastar energía inútilmente.

Pero eso no quiere decir que haya que volver la espalda a realidades muy crudas, porque obviamente hay cosas que no tienen ni puta gracia, y esta es una de ellas, que me toca la fibra especialmente. Porque no hay NADA que justifique esto (como tantas otras cosas…)

Este NO es un problema «del vecino», ni de gente de esa que «algo habrá hecho». Es un problema muy grave y nos incumbe a todo dios.

Un «honor» más que nos llevamos. No lo olvidemos…

La violencia sexista crece en Asturias. Tanto que el Principado es la región del norte que más casos acumula de mujeres en riesgo extremo de ser asesinadas…
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