Mucho me prestaba la serie Kung Fu, con aquel rapaz que lo mismo tocaba la flauta que repartía hostiones zen a cuatro manos pelos chigres y en los ratos libres iba a pedir consejo a su anciano maestro, que aunque era un chinucu jubiláu y veía menos que Massiel en una espicha, como y-tocares la gaita más de la cuenta poníate la cara como el mapa Degaña en cero coma…


Son las tantas de la mañana y suena una musiquina zen muy guapa. Como de chinos. El monasterio Shaolin de Corias ta petao de velucas, de platinos muy guapos que echan fumu y de trapinos de colores amarraos por las paredes. Aquello paez el Ikea. El viejo maestro descansa apaciblemente en la posición del loto, con los ojos cerrados, sumido en una profunda meditación mientras observa con los ojos del espíritu el devenir del tiempo, dejando que todo fluya lentamente, en un estado del ser en el que las prisas no tienen cabida y sólo importa el ahora sin interferir en modo alguno con el curso natural de las cosas. Aquello paez El Congreso.

En ese momento, entra el Pequeño Saltamontes en busca de consejo espiritual de su amado maestro:

-Maestro. Perdone que importune su meditación. He venido en busca de la sabiduría. Ilumine a su humilde discípulo pues el dragón de las tinieblas se cierne sobre el indefenso ánade de mi conocimiento.

-A ver, Pequeño Saltapraos; lo primero nun toy meditando, toy durmiendo, cara pijo. Lo segundo, en siendo les cuatro la mañana ye normal que se ciernan las tinieblas y la de su madre y que teas de conocimiento como de perres…

-Maestro, hace tres lunas que no duermo ni pruebo bocado. Me he alimentado del rocío de la mañana sobre las hojas del helecho y de la suave caricia del viento. Del tibio sol del amanecer y del susurro de los colibríes sobre la Flor del Loto, mas mi espíritu no halla reposo ni respuesta…

-(suspiro) Viendo tu terrible aflicción, debo pedirte que escuches atentamente mis palabras, Pequeño Saltapraos: así como el viento barre las nubes y estas derraman sobre la tierra su cristalino tesoro, se ve sacudido tu espíritu y nublado tu entendimiento por la violenta tempestad de la privación, mas amainado el temporal llega la calma y la hora de reponer lo perdido pues muchos son los dones que se le dan al elegido y grande la vanidad que esconde el rechazo de lo que tan generosamente nos es entregado. ¿Entendístelo?

-No, maestro

-¡Que tires pa la cocina y comas un platín de pote, unos frixuelos y un vasín de leche! Y luego pa la cama a dormir y nun te quiero ver levantáu antes de les 12. ¡Qué mi madre ye eso de tar tol día repartiendo hosties pelos chigres y tocando la flauta pol monte a tres turnos sin comer ni dormir! ¿Nun ves la cara que me traes, que pareces Pitingo viniendo’l Xiringüelu?

-Así lo haré, maestro

-¿Fríote un huevín y un poco jamón?

-No, maestro

-¡Y cuando te levantes laves el focicu y pones una muda limpia! Como te sienta yo andar per ahí esfarrapáu y fechu una llaceria ándote con la cara que te abraso!

-Así lo haré maestro…

-… ¡Ah, y dejes les llaves del monasteriu metíes nel caxón de la mesita! ¡Eso de venir a la hora que te dea po’l pijo acabose! ¿Oíste? … (suspiro) Redios, qué guajes… ¡A picar poníalos yo!

El viejo maestro respiró reconfortado, sabedor de que una vez más el equilibrio había quedado restablecido pues se había hecho lo que debía hacerse. Y el monasterio Shaolin quedó sumido de nuevo en la paz y la armonía mientras la luz titilante de las velas aguardaba paciente la llegada de los primeros rayos del alba…