Así es: me he topado de nuevo con una señora hablando por teléfono en el bus, que se conoce que no era creyente. Me refiero a que, a juzgar por los berridos, no debía creer en el teléfono y su capacidad para transmitir la voz a distancia. Tres decibelios más y le casca el protector de pantalla al selular y nos borra los viajes de la tarjeta de la CTA a todos los pringaos en tres manzanas a la redonda. Yo creo que semejante nivel de radiación cuenta como radiografía realizada en un taller mecánico pirata a las afueras de Prípiat.

Estos casos nunca fallan: suena el tono de llamada a un volumen nivel alarma antiaérea desbocada sin educación ninguna. El móvil se debe encontrar en el sótano -8 del bolso a juzgar por el tiempo que la señora tarda en sacarlo. El selular llega por fin a la superficie. En el largo tiempo transcurrido Leticia Sabater ha sacado otro superhit de los suyos y la Unión Europea ha prohibido cuatro o cinco cosas de esas que son como pegarse un tiro en el pie y pellizcarse el glande con unos alicates de herrar porque el resto del mundo sigue haciéndolas igualmente y a nosotros se nos pone la cesta de la compra a precio de uranio repujado. Pero molamos mucho y somos guays. Intuyo que en el nivel -9 del bolso ya debe haber metales estratégicos, gas natural, tomates de los buenos y otros valiosos y escasísimos recursos.

La señora descuelga y grita en algún idioma extranjero lo que intuyo que debía ser un «¿¿¿DIGA???» pero en versión muy encabronada. Hablaba con acento como del este. Más concretamente del este de Europa. Pero al final resulta que llegué a la parada y me quedé con el reconcome de saber si en algún momento de su conversación a berridos dijo «¡¡¡Firmín, hijodiputa!!!» o algo que todos pudiéramos entender. Lo que nos quedó clarísimo al resto de los viajeros es que «¡¡¡SIBIRSTRE PARNIK KATRUVALU TRIFORNIYA DA KOSTRI TRAMIYE!!!». Que en la cuenca del Voroniskpridaye debe ser el «¡Ay madre, fía! ¿Daste cuenta?» de toda la vida.

Me parece fatalamente. Así no se puede, tía.