13 de octubre. Vaya noche más buena de insomnio y calores. A eso de las tres de la madrugada, en lugar de los tradicionales coros y danzas de beodos, quinquis y trastornados, se escucha un grillo. Pero un grillo pasadísimo de decibelios.

Perplejo y lleno de pasmo, me asomo a la ventana. Pero no era la chica de ayer. ¿No acabo de decir que era un grillo, o qué?

-¡Grillo, cabrón! Que estamos en octubre. ¡Mangante! ¡Sinvergüenza! ¡Un pico y una pala pa grillos te daba yo! ¡Qué vergüenza! ¡En un vecindario tan principal y de entorno tan urbano! ¿Habrase visto el andoba? ¡Pos ya te digo!

-Cri… Cri… Cri…

Ahí ya pensé si no sería una rueda de prensa del gobierno dando explicaciones de algo. Pero no. Era un simple grillo raso haciendo en octubre lo que tenía que haber hecho meses antes. El famoso grillus procrastinatoris, o grillo ibérico de escaño. Por las dudas, le exigí explicaciones:

-¡Exijo una explicación clara a este respecto!

-La razón de mi presencia es poner voz al pueblo al que represento mayoritariamente con mis ocho votos, porque para mandato el que me cuelga del entrepato.

Y una vez confirmado de qué especie se trataba, ya me quedé más intranquilo grasiadió.

Podía ser mucho peor, claro. Por ejemplo un grillo de esos que ponen voz de susnormalo integral, y con una base rítmica de «¡CHUN!…tachunda ¡CHUN!» tol rato y autotune de garrafón, desgranan bellos versos:

Gelsumina

Ya tú sabeh

La chumina

No te laveh

Ahpirina

Pa tu prima

Sarsofón

Porromponpón

¡Dámelo, dámelo!

Yo te como el carÁmelo

Orrotinolarinfólogo

Camioneta

Y por eso me encantan las noches de insomnio de octubre en las que los grillos cantan en entornos netamente urbanos. Eso, y operarme de apéndice usando la tapa ferruñosa de una lata callos y cinta aislante caducada.

Lo que más.