Hay un tema muy interesante que no valoramos en su justa medida. O sea, haber hay miles de millones de temas que no valoramos en su justa medida, bien por tener un conocimiento limitado, incompleto o, directamente, por no tener ni puta idea. Esto último es lo más habitual, y hablo con total conocimiento de causa porque, efectivamente, no tengo ni puta idea. Como todo español opinador que se precie.

Como los más avispados ya habréis podido adivinar porque lo dice claramente en el título , el tema al que me refiero, huelga decirlo, es el de los famosos santones de la India.

Los santones de la India son unos señores que pilotan la tira del asunto de la meditación y lo que viene siendo el carpe diem hindú. En el idioma hindi o parsi, o lo que coño hablen, se les denomina “sadhu”, que quiere decir “aquel al que se la sopla de canto todo y el asunto de la higiene corporal y cortarse las greñas la familia bien, gracias”. No diréis que no doy datos en abundancia. Inventaos, pero los doy. A un paso estoy de sacar periodismo moderno e imparcial sin haberme apuntao a la facultad ni nada.

Es importante no confundir a los “sadhu” con la shandy, que en hindi y en todos los idiomas significa “cerveza frejquita aguadísima con gaseosa La Pitusa sabor limón”. Ojo con las confusiones, que el famoso youtuber de viajes de aventura y gilipollas profesional Argimiro Panocha falleció de disentería al beberse a un sadhu por error. Como queda dicho, los sadhus no son comestibles ni bebestibles debido al asunto de la no higiene, también conocida en lenguaje políticamente correcto como “higiene inversa”.

Mayormente, un sadhu se dedica a vivir en armonía con el universo. Más concretamente con un universo en el que se barre y se pasa el mocho lo justito pa pasar una glaciación. Los sadhus buenos de verdad se alimentan exclusivamente de prāṇa, que mayormente es lo que viene siendo aire. Exactamente igual que las bolsas de Ruffles. Imagino que cuando no los ve nadie, se pasarán el prāṇa por el forro de los Annapurnas y se comerán las ruffles sabor Curry, porque una cosa es ser santón y pilotar la hostia de ascetismo y humildad, y otra muy diferente es vivir del aire. Esto último es biológicamente imposible salvo que seas político, enchufao de político, o ambas cosas, que entonces tienes el organismo perfectamente adaptado a vivir del aire ajeno.

El cuerpo humano es una maravilla, incluso aunque no esté pa enseñarlo más de lo debido. Una cosa es la chapa, y otra el motor. Poj claro.

Y esta máxima la aplicaba escrupulosamente el conocido santón Pingährata: siendo como era poco agraciado y difícil de ver, jamás se sacó un selfie ni lo publicó en redes sociales. Y ello, a pesar de que tenía la peculiaridad de llevar un ternero atado al glande, cosa que llamaba muchísimo la atención. Falleció a la avanzada edad de 22 años. El ternero. El maestro Pingährata sigue vivo y coleando, nunca mejor dicho. Desde el fallecimiento del desdichado bóvido, lleva atado un tráiler. Uno pequeño, de catorce ejes. Eso sí que es pa verlo. El famoso actor Nähchahrata Vidhali, estrella cinematográfica del género para adultos Pöhllaträncahvergati, abandonó la profesión abochornado tras visitar al gran Pingährata. Momento en el cual tomó el testigo el joven actor Yhordi Ehlniniopöyah, al que su manager y su coach emocional prohibieron terminantemente ir a visitar al maestro Pingährata.

Otro santón destacadísimo fue el famoso Drahjäsahäranda Mahärakampärta, más conocido como “Yoni el de la Paca”. El maestro Mahärakampärta, pasó casi toda su vida en la rama más alta de un enorme ficus sagrado en una zona muy pobre del estado de Puhtrahcoshämbre.

Durante décadas, se dedicó a predicar sus doctas enseñanzas en idioma pahrvaharandra que, lamentablemente, nadie hablaba en la región de Puhtrahcoshämbre. Razón por la cual nadie sabía a ciencia cierta lo que predicaba el maestro, pero como les sonaba bien decidieron otorgarle el título de “sadhu Krishnahaavarti”, que quiere decir “aquel al que se la sopla de canto todo y el asunto de la higiene corporal y cortarse las greñas la familia bien, gracias, pero debe decir cosas tochísimas por el empeño que le pone”.

Resumiendo: el infortunado maestro falleció a la temprana edad de 114 años. Como quiera que pasados varios lustros el cuerpo no acababa de caer del ficus, un equipo del conocido programa de misterios Kwärtho Mihlëniaharastra ascendió al enorme árbol comprobando con consternación las razones por las que el cuerpo seguía aferrado a la gruesa rama.

Tras innumerables investigaciones por parte de Ikher Jhimënharaastri, comprendieron que el famoso mantra, “Sidharta kamharavarti Padme Om”, repetido por el difunto maestro a lo largo de las décadas significaba en realidad “subidme un cortaúñas, que me se han incrustao los mejillones en el ficus y no me puedo bajar, hijos de puta”.

Otro día os explico las poderosas razones por las que los santones de la India son de la India y no podrían ser asturianos de ninguna de las maneras.