Hoy tengo el día ñoño. No sé si será por la proximidad de la Navidad, del solsticio de invierno o de las saturnales, que al fin y al cabo son la misma cosa barnizada con diferentes tintes en función del momento histórico. Es curioso como los humanos necesitamos cerrar y abrir ciclos para exorcizarnos de nuestras miserias, que no son pocas. Se acaba el año solar y nos planteamos ir al gimnasio, dejar de fumar, retomar aquella lectura imposible o simplemente ser un poco menos cabroncetes, cosa esta última muy loable y aún más improbable.
Se termina el año y dejamos atrás el rastro de lo que hemos ido sembrando. De aquellos polvos de enero vienen estos lodos de diciembre o, más poéticamente, de aquellas simientes llegaron estas mieses con las que ahora, más o menos repleto el granero, nos planteamos pasar el crudo invierno y afrontar el «año nuevo» aunque la experiencia nos diga que los años suelen ser cualquier cosa menos nuevos.
De todos modos, digo yo que acongojaditos como estamos- es decir, con los congojos de corbata- nos merecemos un respiro, un tiempo muerto, una breve tregua. En definitiva, un momento para pensar que todo esto, con sus pros y sus contras, merece la pena.
Desde luego, a mí no me cabe la menor duda de que sí merece, y mucho, la pena. Y si la merece, es porque uno mira a su alrededor y se da cuenta de que siempre hay alguien a quien hacerle un guiño. Y lo más sorprendente es que ese alguien, por alguna extraña razón te lo devuelve en la medida en que se siente cómplice de tus cosas, de tus escasas grandezas y de tus múltiples miserias.
Por eso, por lo que a mí respecta, pienso celebrar las saturnales, la navidad, el solsticio, o lo que sea como es debido. Porque hay gente que este año se sumó a la fiesta y aún mira el mundo con ojos muy abiertos a medio camino entre el asombro y la esperanza (besos, Helenita), porque otros encontraron nuevos rumbos laborales, porque algunos se quebraron los huesos en lances poco afortunados, porque otros (la mayoría), están envueltos en incertidumbres más o menos relevantes, porque uno hace recuento de los buenos momentos y se le escapa la risa recordando momentos memorables bajo la lluvia o en una playa a las tantas (nada de sexo, que nadie se confunda), … porque sé a ciencia cierta que algunas sacarán a relucir sus «santos ovarios» porque nada se les pone por delante…
Arrieritos somos y en el caminito estamos, porque para ello no necesitamos encontrarnos.
¡Felices saturnales!
Saludos compi, que razon tienes, que seria de nosotros si nos quitaran esos "pequeños grandes momentos" que pasamos entre la gente que de una u otra manera nos hacen mas divertido el breve transito por esto que se llama vida. Y por supuesto con el apoyo y calor de los que tenemos mas cerca de cada uno de nosotros en las buenas y en las malas
Felicidades y gracias a todos
Nacho