El argumento para la invención del palabro que nos ocupa no es otro que el hecho de que la mayoría de las familias antes llamadas de forma errónea y fascista-leninista «monoparentales» están formadas por una mujer con cargas familiares (generalmente hijos, personas mayores, un cuñado con mucha jeta, perro, canario o en los casos más extremos una combinación de dichos elementos).
La cosa es que en el programa electoral de un partido de no recuerdo qué lugar de la geografía celtibérica, el aspirante o la aspiranta a la alcaldía anuncia a bombo, bomba, platillo y platilla de la que defeca la ratilla «ayudas para familias monomarentales» porque así se entiende mejor. Se ve que al electorado hay que darle las cosas masticaditas para que las entienda. Eso sí, que nadie se alarme porque en el caso de que al frente de la familia monomarental esté un hombre, también podrá optar a las ayudas prometidas aunque sea un asqueroso ente de género masculino, que para eso somos iguales.
No tengo ni idea de quien ha sido el genio o la genia responsable del engendro, pero lo que está claro es que debería pedir que le devuelvan a sus padres (y a sus madres) los cuartos que hayan pagado por su educación porque está claro que el timo de la estampita se queda en una simpática broma o chanza por simple comparación.
No se crean que es tarea fácil buscar un problema donde no lo había. ¡Qué va! Es curioso que para resolver una supuesta desigualdad haya que generar otra, aunque solo sea en el plano lingüístico. Que alguien me lo explique, por favor. Y es que parece que el sentido común indica que lo de monoparental no tiene mucho que ver con «un solo padre» sino más bien con «un solo pariente».
Los romanos, que de esto del latín sabían un huevo, denominaban a sus respectivos progenitores como «pater» y «mater» pero, curiosamente, al conjunto de ambos lo denominaban «parentes», término a su vez relacionado con «parire», esto es, el «acto de parir» capacidad esta última reservada exclusivamente, hasta donde yo conozco, a las mujeres e incluso a algunas «mujeras».
Así que, mira tú por donde, igual resulta que lo de «monoparental» no era nada machista aunque a los sesudísimos y sesudísimas autores y autoras de la gilipollez se lo pudiera parecer. Están locos estos romanos y romanas.
En definitiva, que me da en la nariz que vivimos inmersos en un mar de mamonadas (y para ser igualitarios, también de paponadas). Así nos va y de inocentes tenemos muy poquito.
A ver si entre todos ahorramos para regalarles una goma y que se borren con ella del mapa o en su defecto la usen para no procrear por si acaso la idiotez se hereda.