Evaristín era un niño con la triple condición de ser niño, desgraciao y de San Ildefonso. Que lo pone en el título bien claro, pero siempre hay quien tiene dudas. Si de esta no quedan claras las premisas de esta bonita historia, yo ya no sé…
Evaristín había ingresado en el Colegio de San Ildefonso poco después de nacer, a la tierna edad de dieciocho años. Ya en el paritorio de la clínica gratuita San Rómulo Mártir para Niños Míseros y Desgraciaos, el pequeñuelo había empezado a sospechar que había venido a este mundo a llevar una existencia mísera.
-¡Jo, según nazco ya me han robao 18 añazos! ¡Qué mísero soy!
-¡Calla niño! ¡Haber nacido en la Ruber! ¡No te jode! ¡A ver, que lleven al neonato este a San Ildefonso!
-¡Pero doctor! ¡No lo van admitir! ¿No ve que en siendo un neonato de 18 añazos ya tiene los caracteres sexuales primarios desarrollaos del tó? ¡Pos imagínese los secundarios! ¡Menudo vozarrón tendrá er hioputa!
-¡A ver niño! ¡OCHOCIENTOS CUARENTA Y DOS MIL TRESCIENTOOOOOS CUARENTA Y SIEEETEEEE!
–CIENTO VEINTITRESMILNOVECIENTAS SESENTAISEIS COMANOVENTAYCUAAAAAAATROOOOOOOO PESEEEEEEEETAAAAAAAAAS!
-¡Ahí va la hostia! ¿Y ese premio tan raro que has cantao?
-Es que soy un niño tan desgraciao y mísero que canto los premios sin IVA, doctor. Pero puedo superarme. Si quiere se lo canto ya con las retenciones de IRPF debidamente practicadas, que eso se queda en ná y menos.
-¡Vaya, vaya vaya! ¡Veo que tenemos aquí un clarísimo ejemplar de niño mísero y desgraciao! Pues es verdad que a pesar del peazo tranca que se gasta el muchacho, los caracteres sexuales secundarios no se le han desarrollao aún ¡Menuda voz de pito que tiene el cabronaso! ¡Enfermera! ¡Que lo envíen a San Ildefonso a cantar premios de lotería sin IVA!
Ya desde el principio, para Evaristín fue un tormento el asunto de ser niño de San Ildefonso. Para empezar, como era un bigardo de más de 1,90 de estatura y unas espaldas como un armario empotrao, no le cabían los trajes de niño de San Ildefonso, y el pobre tenía que ir a los sorteos vestido con un chándal desparejao. La parte de abajo era de táctel y la de arriba de un chándal de Adidas de cuando Adidas nada más que tenía chándales azul marino de tacto grimoso y con rayas por las mangas. Al pobre lo llamaban «Evaristín, el niño yonkarras de San Ildefonso», y cuando cantaba los premios sin IVA y con las retenciones del IRPF debidamente practicadas, todos se reían de él.
-¡Jo, qué mísero y desgraciao soy!
Y todos se descojonaban aún más por el triste hecho de que aún no le habían cambiado los caracteres sexuales secundarios y tenía voz de pito.
-¡Reíos, cabrones! ¡Yo tendré voz de pito, pero gracias a mis caracteres sexuales primarios, machihembro más que Lorenzo Lamas!
-Ahí lleva razón Evaristín. Es el único del cole que bombea lo que quiere y más. Nos ha cerrao la boca a todos
-¡Evaristín! ¡Yonkarras! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!
Todo fue a peor cuando, a causa de su deprimente manía de cantar los premios sin IVA y con las retenciones del IRPF debidamente practicadas, destinaron a Evaristín a cantar las bolas que salían del bombo, y ná más que le salían los números mierder y de chichinabo:
-¡Dooos!
-¡Ciento cincuenta miiiiiil peseeeeetaaaaas!
-¡Cuaaatroo!
-¡Ciento cincuenta miiiiiil peseeeeetaaaaas!
-¡Ochentayuuno!
-¡Ciento cincuenta miiiiiil peseeeeetaaaaas!
-¡Mil!
-¡Ciento cincuenta miiiiiil peseeeeetaaaaas!
-¡Cien!
-¡Ciento cincuenta miiiiiil peseeeee… ¡JODER, EVARISTÍN, PARA YA!
-¡Es que soy un niño mísero y desgraciao!
Pero el colmo de los colmos llegó cuando, al fin, a Evaristín le cambió la voz. Sonreía feliz pensando en que lo echarían del colegio para poder ponerse a trabajar en unas minas de sal, o una plantación de algodón o algo de eso. Sería un hombre mísero y desgraciao más, y nadie se metería con él jamás de los jamases. Porque adultos míseros y desgraciaos había muchos y no llamaban la atención.
Pero ¡Oh, destino cruel! A Evaristín le cambió su estridente voz de niño, pasando a ser una estridente voz de niña, y siguió otros veinte años más con la mierda la lotería, con el agravante de que al ser grandote, y por si no fuera bastante tener que cantar todos los números mierdosos, al terminar el sorteo le tocaba recoger, empaquetar y cargar los bombos y toda la pesca en el camión. Es más: como tenía carnet también conducía el camión y llegaba al colegio explotao, reventao y con la identidad de género temblando.
Y esta es la bonita historia de Evaristín. El niño desgraciao, malvestido, mísero, con voz de niña, explotao y con carné de camión, de San Ildefonso.
-¡Y eso que empecé siendo un simple niño desgraciao de san Ildefonso! ¡He triunfao en la vida!
-¡Calla niño! ¡Y acaba ya de descargar esos bombos! ¿Le has echao gasoil al camión?
-Jo…
(FIN)