Importante hospital de referencia situado en la capital del Principado de Asturias. Por cuestiones de privacidad no diré que su nombre empieza igual que Humberto y termina igual que Paca.

Finalizada la consulta médica a la que iba, cosa lógica porque lo raro sería que fuera a una consulta del Tarot, o de lectura de las líneas de la ingle, procedo a ir a la cafetería. Porque es lo que cualquier persona de bien y temerosa de Yisus hace cuando va al hospital.

Pido un café mediano, que como todo el mundo sabe es en realidad el grande. Porque hay ese y uno pequeño. Y ya. Son misterios insondables como el de que llamemos porra a los chupachuses y caramelos con palo en general.

En un alarde de audacia agarro un pincho de pollo de la tarreña en la que están debidamente expuestos tras una portañica para que la gente no espute y se explote espinillas encima más de lo necesario. Hay pinzas para cogerlos, pero la señora que va delante de mí decide que si el Altísimo en su infinita bondad nos dotó de pulgares oponibles, es por algo. Y levantando la portañica trinca uno con decisión, que he visto cangrejos gigantes más delicados usando las tenazas para reventar almejas XXXL de Borneo.

En la línea de caja, poso la bandeja en la mesuela que hay al efecto. La señora que va delante lleva dos cruasanes y no pide café ni nada, como una verdadera sinvergüenza. La muy lumpen decide abandonar la bandeja en mitad del medio de la mesuela interrumpiendo el deslizamiento de las bandejas que le precedían. Y no contenta con ello, después abandona el plato donde llevaba los cruasanes. Con un palillo tirado en medio. Por lo que sea. Y se pira con los cruasanes a lo jipi, estrujaos en una mano sin usar servilleta o algo. En ese momento ya estaba pensando en llamar a la policía, a Flash Gordon y a CSI Fitoria.

Pago, tras pedir dos avales bancarios para ello. Procedo a sentarme en un sitio apartado. Trato de mover el taburete. No se puede. Está incrustado en el suelo con tacos del 14 no sea que pretendas ponerte cómodo. O algo.

El pincho sé que era de pollo porque lo ponía en el cartel. Lo verde creo que era lechuga. O tal vez papel Pinocho de ese de hacer manualidades, envolver cosas cuquis, limpiar ortos de unicornio, o lo que coño se haga con él.

El café sabía levemente a goma con toques de algo muy mierder. Puede que líquido de frenos, raspaduras de tuboescape, o arsénico caducao. Debía ser café con denominación de origen Desguaces Corrochano. Respecto a la leche paso de aventurar su procedencia. Curiosamente sabía igual echándole azúcar que a pelo. Pero si le hubiera echado aguafuerte o gasoil seguiría sabiendo igual. Sólo tienen tanta resiliencia el adamantium y Sánchez.

Y por eso, a la fuerza, hoy tiene que ser un día muy bueno.