Hoy es un día muy bueno para andar en moto, porque de la que te va drenando el agua por las perneras del pantalón, pues aprovechas saludando en las rotondas a las medusas, a los atunes y toda la pesca.

Pero lo bueno de verdad es llegar a tu destino porque es una cosa muy multitarea. Por ejemplo, de la que abres para guardar el casco te entran 36 litros de agua en el baúl, que es una cosa muy útil. Luego de la que te quitas el traje de agua te caen dos o tres litros por el cogote, que es algo que refresca mucho. Refresca hasta la memoria, porque de repente te acuerdas de todo el santoral. Lógicamente llevas tu paraguas y todo, pero mientras que te quitas el traje de agua y se van llenando de agua todos los huecos de la moto, pues no puedes coger el paraguas. A no ser que tengas la capacidad de abrirlo con los dientes y sujetarlo con los huevecillos. Pero yo no tengo esa capacidad ¡Todo son mermas, coño!

Entonces ya, cuando pareces Pepe Viyuela haciendo el gilipollas tratando de cerrar la silla plegable, o Pedro Sánchez asegurando tajantemente cosas de las que luego se tiene que arrepentir tajantemente, logras deshacerte del puto traje de agua, que no hay Dios que se lo quite con dignidad, y coges el paraguas.

Pero ya da igual porque tienes más humedades en la vestimenta que el sótano de una parroquia pobre. Y entonces entras al HUCA haciéndote el digno y con la sensación de que todos van mirando a ese tipo que va dejando rastro como los caracoles, y cada vez que da un paso suena «chof». Y ese tipo eres tú.

Si es que eso de la épica y el molonismo pasa na más en las pelis, carajo. Bueno, y en Instagram.

Marcho a mojarme un poco más, que parece que ya se me han secao el niki y los gayumbos y es como que lo echo de menos, oyes…

 

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