Tras un mes sin dejarme caer por estos andurriales blogueros de laxas costumbres y dudosa moral, los acontecimientos de este y otros suelos patrios me obligan. Es triste pero es así.
Y es que en estos últimos tiempos -digamos, por afinar un poco, en estos últimos quinquenios- me ocurre constantemente entre otras cosas poco molonas que lo veo y no lo creo, lo leo y no lo capto, o lo oigo y no lo asimilo, por citar las más floridas. Y en esa frustración crónica trato de sacar la media aritmética, o ponderada, o la madre que la trujo, y la conclusión a la que llego invariablemente es que en este parto ibérico no sólo hay dudas acerca de quienes son los posibles padres, sino incluso acerca de quien es la madre, de tal suerte que el punto de partida sería determinar de forma paritaria el grado de putez y el de puterismo y currarse con los resultados un PowerPoint molón pero eso sí, con fotos de gatitos y perretes, frases moñas y de fondo musiquilla de José Luis Perales cantando la misma de siempre. En definitiva, éramos pocos y parió la abuela dando a luz un hermoso armario empotrado.
Por poner un ejemplo, en estos días se discute acerca del papel actual de la monarquía española y por alguna extrañísima asociación de ideas lo que se me viene a la mente es esto, que sólo los privilegiados nacidos en el período temporal de «Cuéntame» recordarán:
Sí, amigos. El papel higiénico El Elefante. Ese complemento que no podía faltar en los más modestos cuartos de baño patrios allá por los efervescentes años 70 más o menos.
Aquello era una cosa tremenda. Lo había en casa de mi abuela, supongo que por el tema de la economía y eso suponía ir con los deberes hechos de casa. Y es que aquellas generaciones de ojete rudo e indómito sabían lo que suponía un apretón inoportuno en una casa con rollo marca El Elefante 100% puro papel de embalar.
Este mítico y metafórico papel venía dotado, al igual que la vida misma, de una cara suave y satinada, casi resbaladiza y de otra cara menos glamourosa pero más eficaz al efecto con textura de lija del 2 capaz de poner firme al legionario más aguerrido. 400 hojas tenía el higiénico adminículo. El número no era casual. Si tenemos en cuenta que para rematar la faena era necesario lijarse el ano un centenar de veces, se puede colegir que se trataba de un rollo de unos 4 usos. Pura regla de tres hispánica.
Y hablando de papeles regios y caza mayor, ver al Rey pidiendo disculpas y diciendo que lo de la cacería de elefantes y esas macarradas caras en tiempos de vacas flacas para el vulgo no se va a volver a repetir, me produce una inquietante sensación mezcla de tomadura de pelo y alivio por ver que hay alguien capaz de pedir disculpas al populus, cosa que no ha hecho ningún iluminado parlamentario. Al menos el gesto le honra y que conste que uno es de idiosincrasia republicana. Ya decía el ínclito José Luis, actualmente dedicado en cuerpo y alma al noble oficio de contador de nubes y sexador de ninfas, que tenemos un Rey muy republicano. Menos da una piedra, excepto si debajo tiene petróleo, claro está.
Respecto a Felipe Juan Froilán de Todos los Santos –Fjfdtlsito para los amiguetes- permítanme que comience por la parte políticamente correcta dejando clara mi satisfacción, que no mi orgullo, por el hecho de que las cosas no hayan ido más allá de un simple boquete en el empeine que siempre será útil para guardar las llaves o el Iphone en la playa. Me reservo para mí, eso sí, ciertas reflexiones acerca de la inexorable acción de la herencia genética. Contra los genes, al igual que contra la alopecia, no hay nada que hacer por más que te empeñes en peinarte haciendo la cortinilla. Casi mejor te rapas y ya está. Mucho más digno todo…
Del tito Iñaki mejor no hablamos para no interferir aún más en el sumario, que dicho sea de paso, tiene que ser espectacular leerlo en el baño haya o no paquidermos adosados en la pared. Tiene que ser una lectura como para defecarse de forma incontrolada.
Y respecto al tema de YPF, francamente me hallo o encuentro entre dos aguas: por una parte uno siente la cosa esta medio patriótica de que el gobierno argentino «nos» roba una emblemática empresa española y tal y Pascual, y por otra me entra la sensatez y me acuerdo de aquello de «Cuando un monte se quema algo suyo se quema…Señor Conde» y me pregunto si no es eso mismo lo que Repsol lleva haciendo largos años metiéndonos a los españolitos la manguera del surtidor doblada por el orto. Digo yo. Y conste de que eso de la inseguridad jurídica es una cosa muy fea ¡Ché! Y no es por dar la razón ni mucho menos a la Señora Presidente de la República Argentina, a la que junto a su difunto marido no le tembló el pulso cuando apostó por privatizar YPF. ¡Cagamos Señora Presidente! Todos menos usted, que visto lo visto trincó plata dos veces del mismo cepillo y encima le aplauden. ¡Eso sí que es ser Grosso! Algún día aspiro a comprender el alma del pueblo argentino, siempre pesimista dentro, chauvinista fuera, y muy brillante allá donde vaya. Nos os comprendo del todo, y menos políticamente, y eso a pesar de haber oído a Enrique Pinti explicando el argentinismo miles de veces.
Y ya que antes ha salido a colación el ínclito ZP, y en aras de la paridad más paritaria, no puedo dejar de tener un cariñoso recuerdo a las madres y padres de nuestros amiguitos del gobierno y la oposición de Españistán, que siguen esforzándose en afinar el tiro para terminar con todos nuestros males. Lástima que tengan la puntería en el culo. Más concretamente en el nuestro. El de los ricos está envuelto en magnífico tisú de blanco cegador y agradable por ambas caras. Es lo que hay. Para todos los demás, ya lo saben: 400 hojas bisiestas de El Elefante.
Haya paz y salud aunque sea poca, ya que de lo otro cada vez habrá menos salvo que hagamos algo. Lo malo es que no queda nadie legitimado para ponerle el cascabel al Elefante.
Qué lástima…