En el complejo mundo del villancico, quedan aún innumerables misterios por resolver. Pero por lo menos ya sabemos que el burrito sabanero, que eso no lo entendía ni Dios, es sabanero porque viene de la Gran Sabana venezolana. Es un dato muy interesante, pero todavía no sabemos cómo se apañó el burrito para ir de la Gran Sabana venezolana a Belén. Que eso es un tirada de millas del copón. Será lo menos como ir de Bulnes a Ponferrada en coche eléctrico. O más. ¿Lo facturaron en avión? ¿Quién pagó el billete? ¿Con qué oscuras intenciones? ¿Cruzó la mar océana a nado? ¿Estaban implicadas la CIA, la SEAT o la UGT en el asunto? Nadie lo sabe, amigos de la nave del misterio.

Pero como musicólogo no ejerciente que soy, vengo a aclarar algunas otras cuestiones acerca del oscuro mundo del villancico que a todos nos inquietan, nos perturban y/o atormentan:

En primer lugar, y cambiando de villancico, la burra cargada de chocolate, con casi total probabilidad no procedía de la Gran Sabana sino de algún lugar del Magreb. Eso tiene lógica, porque desde ahí tú tiras pa Belén to tieso hacia el este, y te vas financiando el viaje vendiendo parte de la carga al por menor, y todo ello sin necesidad de tomar el barco ni el avión, solo caminando, en bicicleta o autostop.

En otro orden de cosas, «yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité», clarísimamente es una parte de relleno compuesta por alguno de los clientes de la burra tras ponerse fino. Eso no tiene significado ni lógica ninguna. Lo mismo podría haber sido «yo me lo fumaba, yo me lo fumé, apuré la pava y luego la tiré». Es lo que se llama un «leitmotiv», o idea que se repite tol rato sin haber necesidad ninguna para ello. Es como «uouououó», «camonbeibe», «aguambabuluba» o «camino de diálogo desde la tolerancia y el entendimiento».

El espinoso asunto del chiquirritín, chiquirriquitín, letra clarísimamente escrita por Chimo Bayo: ahí existe una flagrante anacronía, porque lo de estar metidito entre pajas es una cosa más propia de la adolescencia, y por tanto el villancico es una cochinada. Nada más que decir sobre este indiscutible tema.

Mención aparte merece este inquietante caso:

«Campana sobre campana

y sobre campana una,

asómate a la ventana,

verás al Niño en la cuna».

Como afirmó el prestigioso matemático Klaus Schwartzkopf Nmbanguele (padre alemán, madre sudanesa), si tomamos una campana sobre otra campana, y a su vez sobre una campana hay otra, estamos hablando de un claro caso de abuso de estupefacientes, ya que la posesión de tres campanas en semejante formación, aparte de ser una cosa totalmente absurda e inútil, nada tiene que ver con el grado de visibilidad de un niño en una cuna. Si la excusa era usar «una» para rimar con «cuna» hubieran valido igual términos como «chotuna», «comuna», «tuna» o «viejuna» y dejar las campanas en paz, que no tienen culpa de nada pa que las anden apilando a lo pijo.

Siguiendo con otro evidente abuso de sustancias, también merece atención el siguiente caso:

«Era Rodolfo el reno

que tenía la nariz

roja como un tomate

y de un brillo singular».

Rudolf, clarísimamente, chuma más que Ernesto de Janover en una espicha con barra libre. ¡TÍO, PIDE AYUDA!

Y luego ya está este otro ejemplo, que es el reguetón de los villancicos:

«I want to wish you a Merry Christmas

I want to wish you a Merry Christmas

I want to wish you a Merry Christmas

from the bottom of my heart».

El autor de la letra ha tenido hernia de sobaco del mismo esfuerzo. Hubiera dao igual «Dámelo mami, dámelo mami, yatusabeh mami, mamemimomú, dámelo tú».

Lo de «Arre borriquito, arre burro arre, anda más deprisa que llegamos tarde» es un canto al jipismo y la falta de puntualidad ¡SAL ANTES DE CASA, JIPI! Pero por lo menos, este villancico tiene una estrofa muy buena:

«En la puerta de mi casa

voy a poner un petardo,

«pa» reírme del que venga

a pedir el aguinaldo»

Estos versos nos hablan de la importancia de una adecuada gestión de los recursos, y de una reposada mesura a la hora de entregárselos alegremente al primer vago y/o maleante que venga a pedigüeñar a domicilio. Es importante señalar que el petardo no debe generar más de 200 kilotones. Que eso no lo dice el villancico, porque los villancicos y la ciencia se llevan fatalamente.

Lo de la relación entre los pampanitos verdes, las hojas de limón y la maternidad, no lo comento porque no hay ningún artículo publicado al respecto en publicaciones científicas de renombre como «The lancet», «Neichur», «La gaceta de Pumarín» o «Aprende a controlar parguelas con microchises, el cincogé y un rollo de cinta americana».

Bendisiones.