Las series estas de un jefazo que se infiltra en su propia empresa con un bigote de los chinos pegao y unas gafas de culo garrafa pa que no lo reconozcan, me parecen la repanocha.

José Juan Pérez Neus. General Manager, y CEO de Bocaterías Pene S.L. 42 años. Calvo. Tiene dos hijos, perro, suegra y armario empotrao. Todos conviven con él, excepto el armario empotrao, que era el que más posibilidades tenía de emanciparse.

Últimamente nota que el bocata de melón con mayonesa y choco crispis, producto estrella de la empresa, ha visto reducidas sus ventas de forma alarmante. Obviamente, algo falla en la sinergia conceptual de la empresa y las ratios de satisfacción del cliente se ven mermadas. En la última auditoría de Shaeflter & Haufmann esto se ve claramente reflejado. Shaeflter afirmaba en sus conclusiones que «las ratios han sufrido una fuerte tendencia al outstanding, lo cual implica la necesidad de una rápida actuación en el mainflow». Haufmann por el contrario, opinaba que «no me extraña un pijo que las ratios se vean mermadas con esa mierda de bocatas».

Ante estas alarmantes conclusiones, José Juan Pérez Neus despidió a Shaeflter & Haufmann, y contrató a la prestigiosa consultora Simon & Garfunkel, que decían las mismas gilipolleces, pero como en plan canción de misa. Acto seguido redujo la plantilla a la mitad. De nada sirvió: la bota derecha le produjo terribles erosiones en lo que es la plantuza del pinrel y tuvo que readmitir la plantilla de nuevo.

Tras contactar con el programa, le proporcionaron una nueva identidad. Para ello le colocaron una calva postiza, unas gafas gordas y una prótesis de barriga. La caracterización fue un rotundo éxito: era clavadito a sí mismo. Ante este infortunio, decidieron llevar a cabo una transformación más radical. Tras la extirpación de amígdalas y la amputación de pierna, Juan era irreconocible.

Al principio, Juan no terminaba de encajar en la bocatería porque se esmodroñaba todo el rato los dientes en los baldosines a falta de una pierna. Pero en un ejemplo de superación aprendió a hacer los bocatas dando saltitos a la pata coja. Esto tenía el inconveniente de que los sangüiches de huevo se le ponían a punto de nieve, y fue duramente reprendido por el encargao de la bocatería, que era un cabrón con diploma.

Alfredo, el dependiente, resultó ser algo guarrete y fue descubierto pegando los mocos por dentro del pan. María, la cocinera, confundía los pepinillos con la sobrasada y el salchichón con la naranja güasintona. Efectivamente, sufría un grave problema de identidad del género. Amparo resultó que no trabajaba allí ni nada, pero llevaba el uniforme para sentirse integrada en el grupo. 25 años llevaba en ese plan.

Finalmente, todos los empleados fueron llamados a la sede central de Bocaterías Pene S.L. donde fueron recibidos por Juan, que los puso a caer de un pollino por vagos, guarros y maleantes. El encargado fue deportado a Murcia con una indemnización de 40.000 euros que a Juan le vinieron de puta madre para reflotar la empresa. Alfredo recibió una caja de klínex y un vale descuento del Carrefour. A María le regalaron la Enciclopedia Ilustrada de las Cosas de Comer, y gracias a los dibujos ya no tiene problemas con la identidad del género. En la actualidad se llama Etelvino y convive con el armario empotrao de Juan, con el que al fin ha encontrado el amor y sitio para guardar las bolsas de ketchup que roba de la bocatería.

Amparo resultó ser muy cuqui, y se casó con Juan para regocijo de la ex mujer de Juan. En la actualidad dirige la empresa, y Juan ha descubierto su vocación poniendo a punto de nieve sangüiches de huevo a la pata coja. De cuando en cuando se amarra el mocho en el muñón y así friega los baldosines a la vez en un alarde de autoexplotación capitalista de mierda.

Lo cierto es que, según recogen las últimas auditorías de Simon & Garfunkel, «Nainoná… naino naino nainoná».

Dónde va a parar…

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