Mira que veo cosas por la calle, entre otras cosas porque me fijo mucho. Como los búhos. Pero esto, totalmente verídico, nunca me había pasao. Porque me acordaría fijísimo. Como aquella vez, hace como 30 años, que una señora que me triplicaba la edad, IVA aparte, se acercó a mí bamboleándose en una boda con los brazos abiertos y haciéndome señas como queriendo decir «baila conmigo, rapaz, que te voy a dar lo tuyo ¡Cagon diola!». A lo cual recuerdo que respondí con un «¡Señora, que estoy casao!». Se conoce que por culpa de los nervios. De aquella no daba yo pa más. No como ahora, que doy pa menos entavía.

Total, que os cuento: voy yo tranquilamente, sin meterme con nadie, haciendo gala de mi natural discreción, y diviso en lontananza a una persona de la que no revelaré su sexo ni los años aparentes, ni las circunstancias concretas en las que se hallaba, por mantener la privacidad de la señora de mediana edad en cuestión que estaba sentada en un banco. No vaya a ser.

Iba viendo yo que ahí había miradas furtivas, cosa normal por mi natural gallardía y apostura. Me pasa mucho con diversas criaturas, tales como las gaviotas, que encuentran gran placer en tratar de cagárseme en to lo alto con gran tino y precisión, para lo cual es necesario fijarse bien por la cosa de apuntar. Lo bueno es que, como todo el mundo sabe, las gaviotas son especialistas en acertar con gran tino y precisión en coches, sillines de motos, y otras partes de vehículos a motor, y en to lo alto de las personas humanas no aciertan con tanta facilidad por una cuestión de perspectivas. A Dios gracias.

A lo que voy: había miradas furtivas que inicialmente interpreté como miradas casuales, pero luego ya vi que estaba equivocado del todo porque no eran ni furtivas ni casuales. Eran miradas aposta. Miradas queriendo. Miradas de «te miro porque me sale de mi entrepato torero, ensin el más mínimo disimulo ni recato ¡Chulapo!». Aún me se ponen los pelos como postes de telégrafos.

A mí estas cosas me incomodan, porque como queda dicho estoy acostumbrado a que me ocurra con diversas criaturas, entre las que no están las humanas. Y empiezo a pensar que llevo la portañica abierta, o un lamparón en la pechera, o algo de eso, cosa que me inquieta y me perturba. A veces, incluso me atormenta. Total, que me estaba mirando a mí porque no venía nadie más por la acera en aquellos momentos. Vale que podía ser bizca y estar mirando a otra parte, pero no. Yo para esas cosas tengo un sexto sentido. Un chico lo nota. Lo sabe. Está seguro de estas cosas. Este NO era un caso de estrabismo extremo.

La cosa es que con mi natural empaque y nervios de acero, me dije a pi pispo: «estás a punto de pasar justo delante del sujeto. De la sujeta de mediana edad, más concretamente. Tú mira al frente, impasible el ademán, y no te inmutes José Manuel». Que me llamo Isma, pero da igual. Yo sigo el consejo a pesar de mis naturales nervios cuando una humana desconocida me mira con empeño y dedicación. Con las gaviotas, como estoy acostumbrao, mantengo el tipo con nervios de acero. Pos hete aquí, que una vez en la zona de combate, exactamente en las coordenadas en las que se alcontraba la susodicha, se arranca a cantar una coplilla. Pero una coplilla que si en ese momento sale Lauren Postigo del portal de al lao vestido de gitana y se me coge del brazo con un manojo de claveles, no me extraña ni gota. ¡Me cago en mi p*ta vida!

No recuerdo la letra exactamente, pero era algo en plan:

♬ ¡¡¡En la vía he tenío a naide

que a mí me quieeeraaaaaaa…!!! ♬

Y luego la cosa seguía, pero por la arritmia que me estaba dando, no me acuerdo de más. En ese momento, con el natural sofoco, porque en una situación asina ya se sabe que lo mismo a la susodicha, una voz le susurra al oído que te apuñale por la espalda con una katana o la hostia, no me dio por pararme y darle la réplica con mi mejor voz:

♬ No me extraña, soleá,

que naide te haya querío.

¡te lo digo de verdá!

¡Mehón no digah ni pío!♬

♬Que llevo loh peloh de punta

y loh velloh como ehcarpia

y ya mi mente barrunta

que me infarta la miocardia.♬

♬ ¡Qué fatiguita mah grande

el asunto del amó.

¡Pero pa otra veh, no me canteh!

¡Remátame con er Kalahnikó! ♬

Porque, amiguis, uno es de natural tradicional. A mí se me conquista con una ración de pulpo, unas patatas bravas, o un llavero de Electrodomésticos Manuel.

Pero sin preliminares y mimitos, nada.