Acostado en una hamaca de Carrefour bajo un vetusto plátano de sombra de tronco generoso, miraba el cielo que se dejaba entrever tímidamente entre las bamboleantes hojas, mientras analizaba la existencia desde distintos ángulos. Inicialmente trató de hacer un enfoque bíblico que no resultó del todo satisfactorio. Bien pensado, si nos atenemos a que Dios hizo el mundo en 6 días y al séptimo descansó, no hay que ser muy observador para comprender que la obra no pudo quedar muy fina y hay hechos que lo refrendan, oigan:
En el tema de la cimentación, el mundo está como para poner una reclamación en toda regla: terremotos, tsunamis y otras chapuzas cada dos por tres. Mala cosa. A poco que te descuides viene un ciclón, un tornado o una bombogénesis explosiva que se te quedan los pelos como los de Punset en día de humedad y se te caen los palos del sombrajo comprado en los chinos. La conclusión es clara: menuda mierda de cierres.
Los suelos podrán ser bonitos, pero están todos llenos de bichos, humus, y todo tipo de guarrerías. Las playas, pudiendo ser de gres porcelánico antideslizante son en el mejor de los casos de arena, que ya sabemos que se mete por doquier, es abrasiva y si se te cae algo al suelo ya lo has visto (verbigracia: las llaves del coche. Esto es incontestable). El agua del mar es salada, con lo cual mejor no naufragues porque te vas a morir de sed o de un subidón de tensión, que tiene coña la cosa.
La cuestión de la fontanería no está mucho mejor: a poco que te descuides sale lava a borbotones, que quema que te cagas y emite gases sulfurosos y otras guarradas geológico-químicas, amén de lapillis, cenizas y bombas volcánicas que lo dejan todo hecho un Cristo, y luego hay que lavar el tapete de ganchillo que la abuela hizo para poner encima de la tele, bajo la bailaora flamenca. Esto suponiendo que no tengas una tele de esas planas, que ni tapete le puedes poner (esto no lo han tenido en cuenta los ingenieros, que como siempre van a lo suyo sin pensar en las consecuencias de sus actos, que han dejado en la calle a generaciones de fabricantes de bailaoras flamencas y tejedoras de tapetes ganchilleros). Del tema de las inundaciones y las sequías pertinaces, mejor ni hablamos. El Señor en su infinita bondad, nos ha dejado un mundo cuanto menos cabroncete.
La instalación eléctrica es un punto y aparte: aquí, Dios delegó el tema en la subcontrata Zeus Electrical & Company que resolvieron el tema con rayos y centellas derivando directamente a tierra friendo cuanto se encuentra a su paso. Y sin diferencial ni nada, que es una cosa muy peligrosa (lo he leído en Wikipedia, así que a callar).
Para más INRI, las cosas que molan son adictivas, engordan, matan, son pecaminosas, suben el colesterol o todo junto. Eso sí: las acelgas cocidas son muy sanas al igual que las raicillas del bosque, que saben a cartón regurgitado pero no engordan nada y tienen aminoácidos y no se qué mas. Ni pecar con decencia se puede…
Y, sí amigos, ¡Qué decir de la creación suprema! Estas cosas Holocénico-cuaternarias que nos movemos por el mundo con el pseudónimo de «Homo Sapiens», arrastrando nuestras miserias, maldades, perversiones, capacidad craneal notable y manos prensiles, que con tan precarios mimbres hemos trenzado estos cestos en los que nos multiplicamos sin ton ni son. Así, a lo tonto…
Ataúlfo hilvanaba como podía el «Brain Storming» mental que padecía, mientras los rayos del sol se le incrustaban en la córnea atravesando el frondoso árbol como si tal cosa, y poniéndose sus gafas de sol polarizadas se untó de crema solar factor 50 desafiando la mala leche del astro rey.
.-¡Seré un Cromagnon, chavalote, pero evolucionado!
Y por un momento, el quemante astro se sintió acojonado ante tanta sinceridad, ante lo cual decidió reducir un pelín sus rayos UVA, porque es tontería molestarse ante tanta determinación.
Moraleja: mimen un poco a los cuaternarios holocénicos de manos prensiles que tienen alrededor, porque son insustituibles y, de lejos, su mejor capital. Lo demás es accesorio.
Ataúlfo Corrochano dixit…