El castellano antiguo mola muchísimo, y de esa burra no me apeo. Y para demostrarlo científicamente, vean vuestras mercedes y vuestras Renault Kangoo cómo se dicen ahora las cosas y cómo se decían antaño. No hay color, oigan:

AHORA:

Pues pa mí que en este país antes se follaba poco, y ahora también.

ANTES:

Vea Vuestra Merced que, a fe mía, es cuita añeja en el solar patrio que más escasa sea la cosecha de coyundas y fornicios que la de azafranes, que siendo estos últimos de poco rendimiento y cuantías otrosí magras en demasía, os darán idea cierta de cuan grande es la desgracia que os refiero.

AHORA:

Yeah-yeah

Yeah-yeah

Mmm

Baby, no me llame’

Que yo estoy ocupá’ olvidando tus male’

Ya decidí que esta noche se sale

Con toa’ mis motomami’, con toda mis gyale’

ANTES:

He de rogaros, respetable caballero, que desistáis de vuestros vanos requiebros amorosos pues es mi firme voluntad, Dios mediante, acudir presta con otras damas de intachable honra y cristianísima condición, al baile que ha de celebrarse en palacio con el beneplácito de Su Majestad, cuya alma guarde el Altísimo largos años para solaz y regocijo nuestro, tan pronto sea llegado el ocaso y los astros pueblen el firmamento como delicado collar de perlas llamadas a alumbrar nuestras alegres danzas.

AHORA:

¡Fuá! Estoy rayadísimo con mi crush en plan «¡O sea! ¿en serio?», porque me ha mandado un DM por Instagram súper random rollo cringe total, en plan que deje de stalkearla o me va a banear, tío.

ANTES:

Vive Dios que mi alma ya agostada por las muchas penas que carga, a un paso leve está de que la lleven los demonios do quiera que mis escasos merecimientos aconsejaren. Crea vuestra merced que aquesta misiva cruel de mi amada Adosinda, de su propio puño y letra escrita con la amarga tinta de las más gélidas hieles, ha de ser el clavo postrero que selle de forma irremediable el sarcófago de mis miserias y desesperanzas. Tal cosa os digo, Don Alonso, pues no creeréis que en ella me conmina con trazos que más que letras se me antojan gritos, a que en lo sucesivo deje de espiarla furtivo y silente oculto entre los arbustos de sus jardines, dejando prevenida a la servidumbre de que han de dar aviso presto a los alguaciles para que sea yo prendido y arrojado a los calabozos, de persistir en mi empeño de recrear la mirada en su figura divina que ¡Oh miseria cruel! Jamás habrá de ser para mí.

AHORA:

Buen día, Madam. Soy el sargento Adam Paul John Jairo Smith Ndongo, de los Marines de los Estados Unidos que está en la misión de paz muy importante en país que está la cosa muy mala. Mucha bala, muchos misile, muchas esplosionamientos todo el día. Moi pericoloso. Sería moi hermoso que usted envíe transferencia de dólares a locutorio moi bueno que hay en las afueras, porque vehícolo blindado mío se queda sin benzina y entonces no arranca y no puede escapar de infierno moi grande que hay acá. Yo agradeceré usted con mocho amor y mocho mimo moi grande en sofá de casa suya. Mochos besos. Espero sus deneros con mocho ansia. Ponga en detalle traferensia que los deneros son “a la atensión de Mbayé el del locotorio”.

Grasia de tu Adam Paul John Jairo Smith Ndongo, que quiere mocho tú.

ANTES:

Disculpe por tan grande atrevimiento al enviarle aquestas líneas que más se deben a la necesidad de socorro y caridad de este cristiano viejo, que a la desvergüenza que vuestra merced pudiere advertir en mi persona. Mi nombre es Diego de Mendoza, y tengo muy grande honra en ser capitán de los gloriosos Tercios de Su Majestad. Encuéntrome en Flandes, plantando cara al vil enemigo para mayor gloria de nuestro glorioso imperio, mas quiso la fortuna, mísera y traidora más veces de las que quisiere admitir, que me hayan sido arrebatados los dineros, no sé bien si por descuido mío o por nefando pecado de quienes hallan satisfacción y fortuna en hurtar lo que no les pertenece. Véome pues obligado a la triste necesidad de pediros que, si no fuere gran quebranto para vos, me hagáis envío de 40.000 reales tan pronto como os resultare posible. Que con esos dineros habría yo ocasión de recomponerme y, conquistadas algunas plazas más, volver a la patria donde me reuniría con vos, presto a restituiros los dineros hasta la última moneda, grandemente aumentados a fe mía por la bravura de este viril soldado que, con gran placer, os haría entrega de tantos amoríos como fueren de vuestro agrado. Ruego remitáis los dineros a la atención de don Aquilino de Malpaís, que los espera en la posada de Almanzorilla de los Condes. Tal caballero, conoce el modo y manera de hacérmelos llegar con presteza. Reciba vuestra merced mis más rendidos respetos, en la esperanza de conoceros un día no lejano, y haceros así entrega generosa y sin tiento de tanta hacienda y amores como os plazca. Siempre a vuestros pies, Don Diego de Mendoza. Capitán de los Gloriosos Tercios de Su Majestad.

Y como queda dicho, de esta burra, jumenta o pollina no me apeo.