-Hola, güeno día. Mire, que le traigo er computadó porque no me va bien er gugle y ademá me et-tán ep-piando er Feisbu porque sé de güena tinta, que lo vit-to yo, que et-tán hablando de mí arguna persona mú malamente a mi ep-parda, que eso et-tá mú feo y lo quiero de denunsiá a la pulisía.
(subida de tensión repentina y deseos irrefrenables de cavar una trinchera. Una muy profunda y en otra provincia.)
-Eeeeeh… ¿Qué?
-Ej que et-taba yo en casa de otra persona y resulta de que me ha dejao de conestarme al Feirbu en su computadó, y et-taba su Feirbu arrancao. Quiero desí, er Feirbu de esa persona, y claro, no me he podío de evitá leé que desía cosa mú fea de mí, y eso é una cosa que no se puede de tolerá y lo quiero yo de denunsial-lo a la Guardia Siví, a la Erchancha y a loh Mosarbeteh de Ejcuadra.
Y por eso a veces pierdo la fe en la humanidad y me apetece darme a los estupefacientes. O al chosco intravenoso.
Ilustro el momento citando al gran Clín Isbuz:
«¡Está bien, amiga! Ponga las manos donde pueda verlas, coja su maldito computador y lárguese de inmediato de mi establecimiento (escupitajo de medio lao con los ojos entrecerraos)»