Alguien que en unos años aún grises nos regaló color en forma de risas, que nos enseñó que los ratones comen chocolate turrón y bolitas de anís. Que junto a Gaby y Fofó nos llevaba de paseo en un auto feo. Alguien que cuando se veía en aprietos gritaba ¡Cosorro! ¡Aulixio!, que sabía como sacar de quicio al Señor Chinarro a la mínima oportunidad…-
Se fue Miliki como se van los buenos, dejando a millones de niños que hoy vivimos sepultados en el alma de un adulto un poco más huérfanos.
Y por eso, a muchos niños de cuarenta años largos que guardamos en un rincón muy preciado un hueco bien grande para él y su acordeón, junto a Gaby y Fofó, se nos «lengua la traba» al pensar que en adelante nos queda el recurso de la memoria para gritar bien fuerte:
¡Tócala otra vez Miliki!