Día 1

Me he comprao una báscula letrónica digital con blutuz, güifi, ABS, 3G, y punto G. Creo que hasta pesa. Mañana la recibo. Toy emocionao.

Día 2

Ya tengo la báscula. Me he pesao y veo con gran satisfacción que perdí 6 kilos. Luego me leí las instrucciones y resulta que primero había que poner un pie, y esperar a que se pusiera a cero. Lo hago bien. He ganao los seis kilos y otros tres en concepto de IVA. Mecagüen…

Día 3

La báscula viene con una aplicación para el móvil. ¡Hala! La aplicación me recuerda que me tengo que pesar. Me dice que soy un puto gordo, y no sé qué de la masa ósea y el porcentaje de agua y de manganeso. Vaya, que te insulta pero con datos científicos. Jo, qué moderno.

Día 4

Estoy hasta los güevarios de que la aplicación me diga cada tres minutos que no beba alcohol, y que el bocata de lo que sea es malo. Me dice que beba mucha agua. Bebo mucha agua. Me peso. Peso más. Me propone un smoothie de agua con acelgas, que es muy sano. Menuda mierda de smoothie. Sabe a cartón. Nota: la próxima vez descongela las acelgas y sácalas antes del cartón.

Día 5

Tengo la lengua roja. Me cago en el logotipo de Findus. Vaya mierda de tinta. La aplicación me dice que empiece el día con ejercicio, que es muy sano. Salgo a correr. La gente se descojona por mi chándal de España 82. La camiseta de Construcciones y Reformas Feito S.L. no ayuda. Estoy agotado. Se me caen los mocos porque hace un frío que pela. El chándal de Naranjito es de puto poliéster y no transpira. No me llega el aire a los pulmones. En una de las bocanadas toso y se me escapa un japillo que va a estrellarse en la puerta del portal. Justo cuando entra la vecina del cuarto, que está muy buena. Mecagüen… Entra la vecina, que viene de correr. La madre que la parió, no suda ni nada. Acabo de quedar como Cagancho. Mañana seguro que consigo correr más distancia y hasta salgo del portal. Vuelvo a casa y me hago el smoothie de acelgas. Joder, qué cosa más repulsiva. Lo tiro y me hago uno con el cartón de Findus, que como estaba en la basura tiene restos de una latilla de atún. Psé. Se puede tomar.

Día 6

Salgo a correr a la misma hora que la vecina. Tengo unos leggins de correr que me cortan la circulación. La vecina hace estiramientos sencillos levantando la pierna por encima de la cabeza y eso. Ni se me ocurre intentarlo, así que me limito a poner la pierna encima de la maceta del portal, que llego por los pelos. ¡Lo he conseguido! Se me estalla el testículo izquierdo. Eso duele un güevo. Gracias a Dios el otro no lo siento. Debe estar cianótico. Por no gritar hago como que canto. Como soy gilipollas canto la salchipapa. La vecina se inquieta y me mira con desconfianza, volviendo la cara de inmediato. Debe ser por los mocos, que los llevo colgando ya a la altura de las rodillas. O por la salchipapa, que no diría yo que no. Joer, qué frío hace a estas horas. Ya he calentao de sobra. Empiezo a correr. Se me engancha el cable de los auriculares en la portilla. Se me sale el móvil del brazalete absurdo para meter el móvil mientras corres. Cae con la pantalla boca abajo. Al móvil se le sale la batería y otras cosas. Yo me cago en el running. Lo recojo todo. Todavía enciende. Se ha roto la pantalla, y no funciona casi nada. Bueno, la aplicación de la báscula sí. Me dice que ánimo, que sólo me queda media hora. Rezo para que sea de vida. Pero no, no es media hora de vida. Es media hora de correr ¡Qué mala suerte, joder! Empiezo a correr gradualmente, sin prisa. Antes de que me dé tiempo a hacerlo con prisa me entra flato. Me piro a casa. Menos mal que son cincuenta metros. Mierda. Viene la vecina, que ya se ha dado la vuelta al concejo. La madre que la parió. Meto barriga y hago como que sudo y jadeo. Soy un actorazo, porque en lo que llevo parado ya tengo un charcal de sudor que tengo la acera perdida y cuando piso suena «chof». Lo del jadeo sin problema. Me sale de natural. Veo doble. Qué tía, ni se le ha corrido el eyeliner. Y por supuesto no suda. Tengo las gafas empañadas. No veo una mierda. Decido saludarla en plan colega de running. Jo, qué buena está. Le iba a decir «holaaaa», pero como estoy echando el bofe me sale un «hhhhgggggggg». La pobre acelera el paso y cambia de acera. Yo me cago en las relaciones sociales.

Vuelvo a casa corriendo. Por dignidad. Resbalo en mi propio sudor. Esguince de tobillo. Me levanto. Hernia. Quiero irme a casa. Me he dejado las llaves. Mierda. Llamaré a mi madre. No puedo. El móvil ya no llama ni nada. Pero la mierda de la aplicación me da ánimos. Sólo me quedan veinticinco minutos de correr. Los cojones. ¡Ah no! Que uno se me había estallao… Por mi güevo que no vuelvo a hacer running.

Día 7

He vendido la mierda la báscula por Wallapop. Al ir a venderla, resulta que la compradora era la vecina del cuarto. No me ha reconocido porque voy vestido de gordo normal en lugar de gordo mamarracho. Al despedirnos me dice que tenga cuidado con un tío asqueroso todo sudao que vive en el edificio, va con mallas apretás, canta la salchipapa y dice guarradas a las tías.

Creo que le gusto. Lo mismo este año empiezo a correr, fíjate…