Se desayuna uno leyendo que el señor alcalde de un sitio que se llama Torrenueva, y que para más señas se llama Plácido, como escribir su propio discurso de investidura le debía parecer una cosa poco menos que imposible, pues con tó lo gordo, se hizo un copia-pega con el discurso de otro alcalde. Concretamente del de Conil de la Frontera. Que oye, al fin y al cabo, pues tampoco es una cosa tan loca. Era otro alcalde, y otro pueblo, pero total, la gente qué sabe…

El amigo Plácido, haciendo gala de su nombre y de una sagacidad sin precedentes, le cambió al discurso fusilado cuatro cosillas, como por ejemplo el nombre del pueblo, que lógicamente eso habría cantado La Traviata, y el resto, pues oye, como era muy genérico y aprovechable, pues ya está. Que si «vamos a trabajá con musha ilución por el bien del pueblo…» que si «..porque pa nozotroh, ehte pueblo eh lo máh grande ca pué habé…». Luego es verdad que introdujo alguna cita de El Quijote, que eso siempre le da empaque a un discurso. Pero como El Quijote es cortito, pues se vio obligado a plagiar también las citas del otro alcalde ¡Qué hioputa el Plácido!

Y lógicamente, si así es la almorrana, queda automáticamente explicada por sí sola la increíble realidad del indescriptible culo español, donde lo de menos es tener alguna capacidad o talento. Porque como hasta el patriarca de Constantinopla sabe, lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe. O su página gües para poder copia-pegar a pijo sacao.

¡Ay Plácido! ¡Qué plácido y descansao que nos has salío, cabronaso!

No hay más preguntas, señoría…

 

 

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