Ahora que ZP está de gira por la China Popular, que diría Carod Rovira, se me viene a la mente aquello que se supone que dijo Confucio: «¿Me preguntas porqué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir».
Tanta belleza oriental encerrada en una frase acojona, y le hace a uno evocar aquello de que «La tierra no es de nadie salvo del viento». Aunque hay malas lenguas que dicen que la cita completa era: «La tierra no es de nadie salvo del viento, del banco, de la señora duquesa y de la madre que los expulsó a todos con infames dolores de parto». Habría que contrastarlo, pero le veo visos de realidad…
En definitiva, y dejando claro que un servidor no tiene ni repajolera de economía (al margen de la familiar, de la cual tengo unos conocimientos tan incomensurables como deprimentes), no puedo evitar la desasosegante impresión de que el colega está vendiendo el país en cómodos fascículos coleccionables y encuadernables. Y es que no deja de ser sorprendente que Ozeluí, defensor a ultranza de los derechos humanos, le venda a Wen Jiabao deuda soberana, participación en nuestros aeropuertos (que se suponía que ERAN rentables), en nuestras Cajas de Ahorros (que hasta tenían obra social y todo), y vete tú a saber en cuantas cosa más y a qué precio. Para echarse a temblar como una gelatina Royal perdida en mitad del Mar del Norte. Y eso que decía que le iba a poner las cosas claritas a los chinos, por aquello del respeto a las libertades, que todo el mundo sabe que en China es una cosa de la que van sobrados. Vaya tropa. Si las amistades de Josemari Aznar daban miedo, las de este tampoco son mancas.
Y puestos a citar, le contesta Wen Jiabao al presi que «Dos países conocen la verdadera amistad en las adversidades, como se conoce el verdor del pino en lo más crudo del invierno». Y se queda más ancho que pancho el tío. Por algo se acuñó el término «tortura china». No debe haber en todo el orbe una cultura que sea capaz de expresar la mala baba con tanta belleza. Esto en versión hispánica sería algo así como «Te ví a dar un patadón en los morros que te avío pa los restos, majete». Digo yo…
Te das una vuelta por cualquier villorrio patrio y te encuentras catorce bazares chinos de 500 metros cuadrados cada uno cada tres portales, lo cual no deja de ser llamativo dada la lamentable situación del comercio hispánico medio que, con suerte, se puede costear un local de 50 metros cuadrados a precios desorbitados, que esa es otra… Y que nadie piense en xenofobias ni en cosas raras. La cantidad de comercios cerrados avalan lo que digo. Esa es la realidad amiguitos. Mientras tanto, sigamos comprando productos fabricados en régimen de esclavitud, que así compite cualquiera. Que nadie olvide que millones de chinos viven en barracones junto a la fábrica en la que trabajan, que lo mismo produce muñecas hinchables que balones de fútbol o gomas para el pelo hechas con condones reciclados en turnos de 14 horas. Nosotros a lo nuestro. Así es que, la próxima vez que se les ocurra decir aquello de «picar como un chino», mejor se lo piensan dos veces.
Que alguien me lo explique porque a mí todo esto me suena a chino cantonés. Claro, que Confucio también dijo aquello de: «¿Uno que no sabe gobernarse a sí mismo,cómo sabrá gobernar a los demás?»
La sabiduría oriental es gratis, oigan. Lo demás está por ver…