Ya sabemos que hay «Días internacionales de…» para todas las causas y gustos. Hoy es 12 de mayo y le toca a la fibromialgia y todas las enfermedades aledañas. Está bien acordarse de la gente enferma, de la que sufre…

Pero hay otra forma más refinadamente sutil de sufrir por una enfermedad, y es cuando esta no se ve en absoluto. Cuando los demás no pueden percibirla y por tanto, con la mejor voluntad, recurren al «tienes que animarte» «todo está en tu cabeza» o «querer es poder». Estar enfermo, no poder con tu alma, que te duela hasta el pelo, y que no te lo reconozcan porque «tienes buen aspecto», es demoledor. Ponte en su lugar un momento y piensa que tienes un sistema nervioso consagrado al servicio de recordarte que te duele TODO. Pero nadie lo puede ver, porque tienes buen aspecto. Lo que viene luego es soledad, incomprensión, frustración infinita, y entrar en un bucle en el que el dolor se adueña de tu vida pero lo disimulas para no tener que escuchar que «si quieres, puedes». Están muy bien las frases de autoayuda y motivación, pero negar que en la vida el dolor y la tristeza existen, y afirmar que todo se puede superar simplemente con voluntad, hace más daño que las balas. Porque las balas, al menos, se ven. Y nadie va a negar que te han pegado un tiro y a decirte que si quieres, el balazo se va a ir solo. No contribuyas a esta locura de la felicidad infinita y permanente, porque hay personas a las que la vía «happy flower», lejos de ayudarlas, las hunde más. Esto es así, porque la vida es como es, y en ella hay dolor, belleza, alegría, tristeza, fealdad, subidas, y bajadas. Porque las unas, básicamente, vienen con las otras como contrapeso.

No. Querer es importante, pero no lleva necesariamente a poder. Ni de lejos. Y hay que entender lo frustrante y doloroso que puede ser para esa persona que le digan que si no puede estar mediamente bien es porque no quiere. Si no puede, sencillamente, es porque con bastante probabilidad, no puede. Así de brutal es la cosa.

En su día conocí de cerca la fibromialgia, SFC, y las mil y una enfermedades aledañas, porque empecé a recibir mensajes de gente que me decía que en muchos momentos leían mis historias y les hacían echar unas risas y pasar un buen rato. No entendía muy bien el porqué de que tanta gente me escribiera, y que además buena parte tuviera alguna de estas enfermedades. Y la respuesta es que sólo en España, se estima que hay en torno a un millón. Está todo dicho. Esto no es una cosa que afecta a cuatro y que está sólo en su cabeza.

Hasta entonces sabía que me gustaba escribir. Pero en adelante entendí que lo que me motivaba a ello era echar un cable a otra gente dándoles un minuto de tregua en sus problemas y sus cosas. Porque mover a la risa o al llanto (del bueno, del que libera y descarga), es un don que se debe entregar. Ahora estoy escribiendo otra novela. Y del mismo modo que con la primera cumplí promesas personales muy hondas, con esta nueva historia cumpliré otra más y la fibromialgia tendrá su espacio y su peso sobre la protagonista. O eso voy a intentar.

Si quieres ayudar, escucha. Motiva. Recuerda que esa persona HOY no puede, pero a lo mejor mañana sí. Que entre brote y brote habrá momentos en los que estará «menos mal». Recuérdaselo. Recuerda que crees en lo que le está pasando.

Porque, a lo mejor, el hecho de que sepa que la crees le da un poco de alivio. Es gratis, pero vale más que el oro.