Hay días claros, oscuros, fríos, cálidos, templados, insulsos, o llenos de sabor hasta el hartazgo. Hay días para los morenos, días internacionales, días de largo recorrido, días de cercanías…

Hasta hay quien dice que «un día tiene el obrero». Hay días para todo. Por haber, hay días del derecho y días del revés. Unos son pares. Otros, por suerte, nones. Y eso, para los que tenemos la fortuna de llevar lo que se entiende comúnmente como una «vida normal».

Solo en España, para más de 900.000 personas, hay días en los que duele todo, o casi todo. Unos días duelen los huesos, otros las articulaciones. Un día duele el aire al respirar, o el roce de las sabanas. O la espalda. Al otro, duele parpadear. Duele el pelo. Duele hasta el punto de que el cerebro, porque sí, reacciona a una caricia suave como si fuera una bofetada.

Más de 900.000 personas que, en apariencia, están bien. Pero solo en apariencia. Que, por no dar explicaciones o por evitar que los vean con lástima, con desdén, o como ejemplo de cuento de dudosa credibilidad, si les preguntan cómo están responden con un «bien». Y en eso, en ese «bien», mienten. Asómate al balcón. Visualiza a 900 personas. Multiplícalas por mil, y aún así no alcanzarías a ver la dimensión de este asunto. Insisto: eso, sin salir de España.

Porque solo en España, no está claro por qué, para más de 900.000 personas, la mayor parte de los días, o todos, son días del revés. Días de nones que no conocen pares hace años. Días de envés que ya no recuerdan haz. Días en los que, porque sí, les duele hasta la mirada. Imagina vivir con dolor. Siempre. Con suerte, vendrá en forma de crisis que se presentan sin avisar, pero con treguas intermedias. Con menos suerte, unos días dolerá mucho y otros más. Pero dolerá siempre.

Imagina que te duele TODO, pero como tienes buen aspecto, no te falta ningún miembro, llevas peinado de peluquería o un maquillaje agradable a la vista, no te creen. Ahora, suma la lógica ansiedad, depresión, y demás regalos que un desastre así trae consigo. Y a pesar de que se te cae el cuerpo, el alma, y la cordura en pedazos, sigues diciendo que estás bien, solo por evitar que te juzguen y condenen por la vía ràpida.

Hoy, es 12 de mayo. Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de Fatiga Crónica. La fría estadística dice que entre todos esos cientos de miles de personas, conoces a varias. Les puedes poner cara, nombre y apellidos. Se me ocurren pocos dramas silenciosos tan crueles como vivir con dolor perpetuo, y que no te crean.

No está de más pensar en ello, y darse cuenta de que, ciertamente, a esa gente que por pura estadística conoces con total seguridad, no puedes resolverles el problema. Eso es así. Y ya que esa es la realidad, no les des consejos vacíos como «anímate», «no será para tanto» o, «lo que necesitas es ir de fiesta». No, no necesitan nada de eso. De hecho, estoy convencido de que prefieren escuchar el silencio más absoluto que ese tipo de sentencias, por bienintencionadas que estas sean. Es mucho más simple que todo eso.

Desde que tengo conocimiento de ellas, este tipo de enfermedades silenciosas me impresionan y me parecen tan refinadamente crueles que no puedo ni explicarlo. Pero sí que tengo la certeza de que hay alguna cosa que SÍ se puede hacer al respecto: escuchar sin (pre)juicios, acompañar, y hacerles entender que CREES en su dolor.

Eso, aunque cueste creerlo vale oro. Lo sé porque lo he visto.