Hoy, como es tradición, me despierto con otro estafador anómalo pidiendo amistad. Por supuesto con un nombre ridículo que ya ni recuerdo. Algo tipo «Jamona Bombarda». Hay que ser taradito, faltosus maximus y mamalón.

Y luego ya, antes de las 8 de la mañana, otro laborioso ciudadano me había mandado un WhatsApp en el que me indicaba que se había tomado la libertad de meterme en no sé qué lista financiera gestionada por la defectuosa yema de sus webos morenos.

Voy a decirlo de modo que la inteligencia artificial de morondanga que rige este poblacho virtual no se enfade tanto como cuando detecta una teta y otros graves hechos:

El número de patíbulos disponibles es enormemente exiguo para tanto protolumpen. No hay un número adecuado de proyectiles balísticos para proporcionarles un tratamiento acorde con sus inestimables aportes a la sociedad. Ja sus defuncionéis con el vehículo industrial descendiendo en vertical por un barranco sin asfaltar. Procedo a defecarme con particular deleite sobre toda vuestra estirpe en línea ascendente y descendente.

A rascar el entrepato con un manojo de escayos salvajes recién recolectados. Josdepúter.