Me fascinan esas publicaciones de «No ignores a san Prepucio de Rochester obispo y mártir. Dale like o lo lamentarás». Sólo les falta un «¡hijueputa!» al final. Son a las publicaciones de Facebook lo que aquellos entrañables personajes que te robaban las fichas de los coches de choque y los veinte duros que llevabas en el calcetín a nuestra infancia. Violencia gratuita a cambio de un botín muy mierder. Orgullo para la familia, oiga . A ver si nos buscamos santos menos turbios y agresivos, amiguis.
Estas publicaciones suelen ir precedidas o seguidas por otra de 2009 de un señor albino que apareció en un hospital de Ulan Bator a ver si lo ve su familia, y de otra de «No me darás like porque soy un facóquero hipertenso, cojito y con una verruga en la genitalia».
Hay más maldad en esas publicaciones que en el que inventó el tapón que se queda pegao a la botella y el envase de los espaquetis que se abre en canal según lo tocas.
Son datos científicos que hay que conocer.