En ocasiones apetece escribir diferente, y por ello esta entrada no tiene el tono habitual que sueles encontrar en estos lares. Hoy no hay risas. Gracias por pasarte por aquí.
LEVE
Y cuando al fin reunió el valor necesario, se enfrentó a lo que realmente era y soltó cuantas dudas pudieran quedarle, rindiéndose desarmada ante la más desnuda de las evidencias. Y en el rincón donde siempre había pensado que atesoraba un mar de cautivación y dependencia elegida, comprendió que no había hecho sino almacenar las cadenas de su propio cautiverio.
Cansada. Cansada de vivir muerta en vida y de malmorir una vida de prestado, se atrevió a mirar a la mujer del espejo decidiendo que aquellas serían las últimas marcas que nadie, al margen de tiempo, volvería a dibujar en su rostro. Nunca más.
Y ligera de equipaje abrió la puerta y se fue, con la frente alta y la cara lavada, sin trampas que tapasen al mundo las mil batallas lloradas y perdidas, dejando claro a quien quisiera ver, que el tiempo de no ser se había desvanecido. Proclamando alto y claro a quien quisiera escuchar, que ya le daba igual que sólo la hubieran oído. Dejando abierta su antigua tumba, a la vista de todos, tal como se deja abierto un libro escrito por mano ajena, como clara constancia de que quien debe arrastrar la vergüenza es el verdugo que escribe la historia con la tinta de sus propios horrores.
Y al fin libre de todo lo que tenía que ver con él, le dejó escrito en el aire el deseo sincero de que el universo tuviera a bien regalarle el don de la plena consciencia, de cuanto había hecho y lo que había sido, permitiéndole conocer hasta sus últimas consecuencias toda la verdad del antiguo adagio que reza que el propio pecado lleva imbricada la incontestable verdad de la propia penitencia.
Leve te sea la tierra, nada sea tu recuerdo, leve me sea la vida…