Hacendado y anonadado  me hallo. No se puede llevar con decencia que después de cenar te cuenten en las noticias de la noche que a una pendeja residente en el Imperio de Su Graciosa Majestad («graciosa» sí que es, hay que reconocerlo), le han retirado la custodia de su hija de ocho años por ¡Inyectarle botox! Lo juro por Tutatis y si no, que el cielo caiga sobre mi cabeza.


La interfecta en cuestión le metía a su hija un chute de  toxina botulínica cada 3 meses, según sus propias palabras, «para ayudarle a convertirse en una estrella». ¡Y se siente orgullosa por ello! Pero lo más escalofriante es lo que dice la niña:   «cada noche compruebo si tengo más arrugas y si veo alguna quiero más inyecciones» (¿He dicho ya que es una niña de ocho añitos?). Ya no es que haya que retirarle la custodia a la  «Mamá Mengele», es que hay que condenarla a formarse un poquito empezando por la colección completa de Barrio Sésamo que imagino que es la literatura  más densa que podrá digerir el cerebro de este espécimen

Por decencia, la imagen de la niña aparece pixelada aunque se
puede encontrar en cualquier periódico digital.
«Lo de la izquierda» es la «orgullosa» mamá

La mameluca en cuestión (con todo el respeto para los mamelucos), de profesión esteticista, se compraba el botox y todo el instrumental necesario para «ayudar a su nena» por Internet, que como todos los anormales mononeuronales saben es el lugar ideal para adquirir medicamentos, toxinas, ántrax, Rolex de oro macizo y otras golosinas con total confianza. Con un par. 


Y por más que trato de comprenderlo no lo consigo, miren ustedes. No tengo ni idea de qué horribles traumas infantiles puede tener esta estúpida profesional, pero seguro que haría falta una legión de psicólogos, tres furgonetas de reparto de psicotrópicos y un palé de camisas de fuerza tan solo para  hacerle un apaño.


Definitivamente la naturaleza de sabia tiene muy poco, o de lo contrario este tipo de piltrafa  humana carecería de capacidad reproductiva (¡Huy lo que he dicho! Lo borraría pero no me funciona bien el teclado). Mire señora: inyéctese gasofa de 98 octanos en la laringe, tráguese un Zippo encencido y conviértase usted solita en toda una estrella ardiente, que eso sí que mola. Y deje ya de envenenar a su hija con sus neurastenias de Barbie frustada de todo a cien de polígono ¡So Pendeja!