Se va terminando el verano. Se van Julio y Agosto como se fueron Rómulo y Remo dejando a la loba capitolina con dos palmos y medio de narices,  como se van los personajes de tango, previsores ellos para así  poder volver después con la frente marchita, como se va el desodorante en mitad de la canícula playera o como el caimán aquel, que puestos a irse  se fue  p’a la Barranquilla a trabajar de bolso de diseño.

Tiempos chungos, donde hasta los caimanes emigran, aunque ahora en lugar de a la Barranquilla se van a Discovery Channel a trabajar de extras en los documentales de supervivientes, cazadores, machotes profesionales e imbéciles en general que se meten sin motivo aparente hasta los sobacos en pantanos pútridos llenos de bichos y guarrerías infectas – que digo yo que hace falta ser más tonto que Abundio, aquel que se fue a vendimiar y se llevó uvas de postre-.

Pero centrémonos en el tema para recordar que en definitiva unas cosas se van y otras vuelven, y entre estas últimas está septiembre, ese mes de chichinabo que ni es mes ni es nada, pero insiste en volver cada año y este en particular nos pilla con inflamación en el Euribor, las canillas temblando, las tarjetas exhaustas, el IVA al galope vivo, y las expectativas en general  menguadas y tísicas, como las heroínas de ópera romanticona.

Y hablando de heroínas de ópera, también es cierto que  al menos aquellas delicadas muchachas se morían con épica, glamour y decencia poética a tutiplén, en frías pero románticas buhardillas parisinas, o recostadas en una Chaise Longue de terciopelo del bueno en una mansión molona y con  un maromo de buen ver al lado cantándoles hermosas arias al oído. Y para remate, nada más que la diñaban caía el telón y el público aplaudía casi como si la muerta hubiera ganado la Eurocopa ella solita –ya saben, el consabido «lo he dao todo en el terreno de juego llegando al «aria»  con mucho peligro», y tal…). Así se muere cualquiera, nos ha jodido mayo…

Heroína operística muriéndose con glamour del molón.

Lo verdaderamente difícil, individuos e individuas, es morirse ahora con los ataúdes y demás parafernalia al 21% de IVA.
 Y claro, con las políticas de recortes no te queda más remedio que ir quitando cosas:  que si póngame un ataúd de Ikea y me lo monto yo mismo, que si quíteme las flores y ponga un ambientador del Mercadona, que si nada de mortaja y envuélvame al tío Antonio en papel de periódico que le gustaba mucho leer, que si la tía Eufrasia se ha muerto en «B» y no queremos factura…  y en la parte artística nada de hermosos efebos o «efebas»  cantando arias de ensueño: póngame un señor de bigote cantando una jotica navarra y listo, que la abuela era muy austera…

Y es que antes los músicos y demás gentes de mala vida  te calzaban en factura un 8% y ahora te endiñan un 21%, así es que a morirse, pero con menos arte y cultura que no está la cosa para melodías y zarandajas, miren ustedes.

Así es que, ya lo sabéis amiguitos y amiguitas de la fauna ibérica: en martes ni te cases ni te embarques y en septiembre ni morirse -o en su defecto a morirse sin factura- que pintan bastos.

Aunque también es cierto que siempre nos quedará la opción de hacer como el caimán e irnos a comer imbéciles al Congreso de los Diputados o a cualquier otra de las múltiples ciénagas nacionales.

En Discovery Channel debe haber lista de espera…