Súbitamente, los controladores aéreos se ponen malísimos que te pasas debido al estrés que, lógicamente les impide hacer su ya de por sí desagradecida y mal pagada labor.  Uno no puede dejar de pensar que en tiempos de zozobra e incertidumbre como los que corren – en realidad todos los tiempos han sido de zozobra e incertidumbre, pero bueno…-   lo mismo es una actitud pelín incoherente, insolidaria, incomprensible, inadmisible,  y todos los «in» que se quieran mentar, incluyendo el in-fantil.

Ya se sabe que el argumento esgrimido cuando se cuestiona su privilegiada situación es el manido «¡Ah! ¡Haber elegido muerte!». Es lo que tiene generar situaciones de privilegio tan extremas. En este país hay mucha gente tanto o más cualificada en sus respectivos  ámbitos profesionales y realizando trabajos infinitamente peor remunerados, que mira tú por donde no se dedican a secuestrar al resto del paisanaje cada vez que les da el flato. Si Nino Bravo levantase la cabeza, tendría que cambiarle la letra a la coplilla aquella:  «Libre como el ave que escapó de su prisión y puede al fin volar…»  y añadirle un sonoro  «… ¡Y una mierda!».

Va siendo hora de reflexionar un poco sobre la sociedad que hemos construido sobre la base de la democracia que, aun siendo el mejor de los sistemas conocidos, es evidente que  hace aguas por bastantes sitios:  una Ley Electoral más que discutible y que ha dado sobradas muestras de ser poco equitativa, una estructura sindical demasiado aposentada en la dependencia económica del gobierno de turno, un sistema financiero que hace ya tiempo que se ha erigido en verdadero órgano de poder  favorecido hasta la náusea a costa de las arcas públicas, un clientelismo político que raya, si es que no sobrepasa, la barrera de lo indecente, una perversión del derecho de huelga como la que estamos viviendo…

Vivimos en un país de desigualdades por mucho que se empeñen en vendernos  lo contrario. Y buena parte de ellas vienen de mucho antes de la Guerra Civil,  aunque bien es cierto que  se han visto sublimadas durante cuarenta años de dictadura infame que aún seguimos pagando aunque el dictador lleve 35 años en la tumba.  Y lo seguimos pagando porque, entre otras cosas, nuestros políticos se empeñan en seguir enfrentándonos instalados en su permanente «conmigo o contra mí», porque seguimos teniendo un país profundamente fragmentado en castas, algunas muy antiguas y otras de nuevo cuño nacidas al socaire de los nuevos vientos,  porque ni siquiera tenemos leyes iguales para todos, porque se muere tu padre  y según de donde seas te sale gratis o por un ojo de la cara, porque seguimos empeñados en simplificar las cosas al extremo de que o se es matacuras o se es fascista rematado.

Y tal vez, sólo tal vez, las cosas no sean tan simplonas y la inmensa mayoría sólo deseemos un poco de cordura y de respeto. De cordura para agarrar nuestra historia por los huevos para ver si de una vez acabamos de comprenderla. De respeto porque para mí tengo que  muchos, quizá la mayoría,  estamos muy  hartos de que nos tomen por imbéciles.

Salud y trabajo, hermanos. Al menos  para el que pueda.