Así, en general, las cosas se van degradando. Eso es así aquí y en Parla. De hecho en Parla lo saben bien porque, del mismo modo que la peña va en masa a Turquía a implantarse peluquín en el cartón, ingentes cantidades de ciudadanes acuden al término municipal de Parla con claras intenciones lactantes y/o succionadoras. Desconozco si hay oferta bastante pa tanta demanda. Esto habría que preguntárselo a los parlenses, parleños, parlantes, o como se diga.
Y es que lo de la degradación es una ley física incuestionable. Eso es como lavar el coche con la ficha más cara del autolavado (es decir, con esa en la que al final sale el señor Miyagi de una portañica y te da y te pule la cera personalmente a manos llenas), y que tres minutos después lluevan ñordos de brontosaurio. La famosa Ley de Murphy, vaya. Que el Murphy debía de ser pa echarle de comer aparte. Eso no podía tener amigos:


-¡Coño, Murphy! ¡Dichosos los ojos!


-¡Boh! Verás como se tuerce la cosa, te se mete algo en un ojo, o en los dos, y te se cae la pichurrica al suelo…

-Por eso no te quiere nadie ¡A mamarla a Parla, Murphy!

-¡Boh! ¡Verás cómo está perimetrao y no me deja entrar la Benemérita ni con el certificao de que voy a mamarla! ¡Mierda! ¡Otra vez que me se cae el panbimbo por el lao del Tulipán!


Estas cosas las han sabido de toda la vida los científicos porque son listos. Claro, pa ser científico de verdad hay que ser listo. En España al científico tonto lo llamamos «cuñao». De toda la vida.

Va pasando el tiempo y las cosas, inexorablemente, se caen: el pelo, el badajo, la dentadura, los edificios de Calatrava… Las cosas se degradan, amiguis. No hay vuelta de hoja. Bueno, hay excepciones tales como los platos de Duralex. Han aparecido vajillas enteras de Duralex en ajuares de faraones, que ahí estaba intacto hasta el ticket de Galerías Preciados y el celo del embalaje.


En las orgías de Calígula, es bien sabido que se usaban vasos de Duralex que fueron heredando todos los emperadores romanos hasta la caída de Constantinopla. Se dice que Mehmed II, al caer la ciudad, ordenó a sus soldados que saquearan tó lo vivo. Fue entonces cuando pronunció su célebre frase: «¡Pero los vasos de Duralex no, hijos de puta! ¡Que están llenos de babas de romanos depravaos! ¡Esos al contenedor verde!». Hay historiadores que afirman además que, dadas las escasas luces de la soldadesca, Mehmed II tuvo que matizar: «¡Lo que va al contenedor verde son los vasos de Duralex, so monguers! ¡Los romanos depravaos me los vais amontonando ordenadamente a las afueras de Constantinopla, que si no huelen!»


Total, que se puede decir con absoluta certeza que, salvo las vajillas de Duralex y alguna cosilla más, todo acaba degenerando, pero cosa mala oigan. Hasta las cosas científicas. Mira si no la vacuna de Astrazeneca, que hasta le han tenío que cambiar el naming y el branding pa que parezca que es otra cosa. Igual que hicieron en su día con el pobre Mr. Proper, con lo que molaba, y con tó lo gordo lo llamaron «Don Limpio». Que hay que tenerlos inflamaos como bombonas de butano, primo. Amos, no me jodas… Claro, que puede ocurrir que a la vuelta de unos meses el Don Limpio venga con fórmula mejorada: «¡Ahora con ultradesmierdol activo!». Que no dejaría de ser una salida a tó lo que tendrán almacenao en la trastienda los de Astrazeneca. Yo lo digo por dar soluciones.


Conclusión: todo degenera. Porque como dijo Mehmed II cuando miraba Constantinopla desde tó lo alto del Cortinglé de Constantinopla (o Paco Clavel mientras se hacía unos pendientes con el carburador de un 600, esto ya depende de la versión que escuches):

«Lo que hoy es un flamante Principio de Arquímedes, mañana será un puto Final de los Serrano»


Pero aún hay esperanza: en menos de un mes ya podremos repetir aquella otra célebre frase de Cipriano Carretón, insigne sexador de facóqueros, al ver que con lo del ERTE le salía la declaración de la renta a pagar un riñón y medio páncreas:

«Nos ha jodido mayo con sus flores, primico».

(en)FIN…