Se fue mi segunda madre. Se fue Amelia. Se fue la que en mi primera niñez hacía magia con la alfombra del salón, y me construía palacios bajo los que refugiarme y reinar. Y al otro día me construía un fuerte donde resistir el asedio de los indios como un aguerrido vaquero, y al otro un tipi donde contener a los cowboys invasores como sólo lo hace un verdadero guerrero sioux. El bando era lo de menos e iba con el viento que soplara, pero siempre eras tú quien levantaba las arquitecturas necesarias para aquel milagro.

Se fue la que me reñía en aquellos días en los que me daba por vestirme con la piel del diablo, y con la misma energía y empeño que parecían imposibles en una mujer tan menuda, me tapaba las andanzas y capeaba el temporal cuando mi madre llegaba a casa reventada de trabajar. Se fue la que asumía que había sido ella quien había roto aquello que siempre era obra mía. Se fue la que me riñó el día en que le dije que me casaba, porque no había mujer lo suficientemente buena para su neno. Se fue la que al día siguiente adoptó a mi mujer. Se fue la que hizo exactamente el mismo milagro con mi hijo muchos años después.

Se fue.

Y como siempre, con la lección aprendida a medias, supuse que siempre estarías ahí porque formabas parte del orden natural de las cosas. Y pospuse un día y otro el reencuentro,que siempre se producía «por casualidad» en cualquier calle. Y te daba un abrazo de oso, y te perdías entre mis brazos porque yo ya era grande, y tú un poco más pequeña. Y me alegrabas el día, y me prometía a mí mismo verte con más frecuencia. Y llegó un momento en el que te hiciste tan pequeña que toda aquella fuerza ya no tenía donde alojarse. Las mejores esencias vienen en frascos pequeños. La pura esencia ya no necesita vidrios que la alberguen. No te pude despedir en su momento, y me duele. No estuve donde debía, ocupado como estaba en cosas de mayores. No sé si puedo darte el adiós que mereces, porque eres la segunda madre de la que me despido.

Prometo en adelante ser el niño que soy y como tal gozar de las cosas importantes de verdad. Y retomar contacto con mis mayores y mis raíces, y construir historias que os honren para que nadie olvide quiénes fuisteis y quiénes sois, porque de ahí es de donde vengo. Del sitio del que en realidad nunca me fui. Del sitio al que olvidé que pertenecía por andar en cosas de mayores.

Saluda a mis padres, a Saúl, A Justín, a Mely, y a todos mis ancestros, que vienen de tu misma tierra.

Te fuiste. Pero estoy seguro de que ya me estarás construyendo palacios con alfombras esperando el día en que me vaya a jugar contigo de nuevo para darte todos los abrazos que te debo.

Precisamente porque te fuiste, hoy soy un poco más huérfano. Hoy soy un poco más niño…