Igual, lo mismo, a lo mejor, tal vez, pudiera ser, que alguien tenga que explicar que lo que hay NO es desabastecimiento, sino acaparamiento. Y lógicamente a los curritos, que tienen dos manos, no les da tiempo a reponer los 8 metros cúbicos de papel que te llevas para limpiarte el ojete que, por cierto, va a haber que pensar que a mucha gente le hiede menos el ojal que el caletre a la vista de los acontencimientos. Con perdón y todos los respetos sea dicho. Lo único que me alegra es que en algunas tiendas pequeñas venderán algo más que de costumbre. Algo es algo.

Y es que no puedo parar de pensar que, al menos a una parte de la sociedad, toda esta sinrazón la deja -nunca mejor dicho, a la altura del cagar. Y eso como poco, oigan. Pero bueno, la culpa es de Venezuela, de los negros, de los chinos, o del que le da por chupar fuelles de fragua. Lo mismo da. La cosa es que sea culpa «de los otros». Que es lo que importa.

Aunque también es verdad que parece mentira que, existiendo medios DE SOBRA para informarse de la mano de profesionales cualificados, se sigan viendo las mierdas que se ven y se comparten aunque no resistan el menor análisis, ni se sostengan en modo alguno como no sea por aplicar criterios de raciocinio equiparables a los de una ameba pasada de tintorro.

Porque es muy lógico ir a informarse en un blog donde un pajillero semianalfabeto o una retrasada mental cuqui dan consejillos sobre epidemiología avanzada sin haber terminado ni la ESO, y con el conocimiento justo para controlar esfínteres. Claro, normal.

¿Milagro? No, milagros. Y muchos. Por ejemplo, que no nos hayamos extinguido hace siglos. Pero no de coronavirus, sino de pura estulticia. O que siendo como somos un país de expertos en microbiología, medicina, automovilismo, física nuclear y mecánica cuántica avanzada, no seamos la puta potencia del universo conocido y, apurando un poco, del desconocido. Entre otros muchos milagros.

Nada nuevo, por otra parte. Hay episodios sobrados que demuestran que no hay arma de destrucción masiva más letal que una horda de descerebrados que, además, sólo dan por bueno aquello que encaje con su visión del mundo de medio metro cuadrado. Y quiero pensar que no son mayoría. Quiero pensar…

Y todo esto, increíblemente, en mitad de eso que, de forma tan irónica como desafortunada, llamamos «era de la información».

Anda que…